jueves, 4 de noviembre de 2010

CAPITULO XVIII: AUN MAS

En frente mío había una persona que no conocía. Era tan hermoso como Nahuel. Pero este era rubio, con ojos claramente verdes, me dio una sonrisa despreocupada cuando lo miré.
Di un salto tal que quedé sentada en la cama mirándolo buscando a Nahuel.
- El no está – me dijo sabiendo lo que buscaba. Su voz era gruesa y varonil. - ¿Dónde está? – pregunté tímidamente - Fue a hacer un trabajo ya viene no te preocupes, estás en buenas manos, no te voy a hacer daño. - Te creo – quería que me tragara la tierra en ese mismísimo instante. Me di vuelta hacia un costado de la cama, miré hacia abajo, vi unos zapatos a un costado, me miré los pies para comprobar que eran míos. Me los puse y me levanté. - Soy Rodrigo por cierto – extendió la mano, le devolví el salud. – Alma. - Lo se, Nahuel me habla mucho de vos ¿No querés saber lo que dice de ti? – negué, a pesar de que moría que me dijera que era lo que decía de mi. Pero era el hermano podía o dejarlo mal, o dejarlo demasiado bien, dudo que dijera las cosas exactas. Tampoco quería que notara aunque sea un poco de desesperación en mí. – esta bien, no diré nada entonces. – sonrió. - Me voy. Gracias por todo. - No, no te podés ir. - ¿Por qué? – era una pregunta tonta, primero que nada no tenía auto, segundo todavía no había caído de lo que había pasado en la laguna, seguía creyendo que era un sueño. Pero eso era otro punto. - Tu sabes porque. - ¡Hola! - otra persona entró, este era un hombre más grande, con características mas avejentadas, pero de todas maneras hermoso. Era aquel hombre que yo había visto junto a la pelirroja aquel día. No le respondí. - ¿Cómo te sientes? - Mejor, gracias. - Me alegro, estabas muy pálida. Soy Nicanor el padre de Nahuel. Tú debes ser claramente Alma. - Un gusto. Gracias por todo pero ya me estaba yendo. – hablé nerviosa mientra me caminaba a la puerta. Nicanor no me dejó pasar. - No te podés ir. - Si, ya lo oí antes. Pero necesito irme, tengo una casa y una familia a la que no le avisé que me iba, y debe de estar preocupada por mi. - Disculpa, pero le mandamos ya un mensaje desde tu celular a tu hermano avisándole que habías salido pero que te ibas a encontrar bajo techo y protegida. Nos respondió, nos costó bastante convencerlo pero al final cedió, le dijimos que te encontrabas con uno de tus amigos. - ¿Qué? – dije furiosa hasta los huesos - Discúlpanos, sabemos lo que pasó hoy en la laguna y no podíamos dejar que te fueras así como así, tenemos que tener una ardua charla contigo. Nos tomamos el atrevimiento de ir por tu celular al auto de tu casa, tu hermano no estaba así que tomamos las llaves de tu bolsillo, abrimos sacamos las llaves del auto y allí el celular. Dejamos todo tal cual, no te preocupes. Nos fijamos el nombre de tu hermano y por lo que nos contó Nahuel, el hermano que estaba aquí era Manuel. Y bueno. - No pueden hacer eso, no me importa lo que haya visto o no, a mi no me interesa, ni siquiera me creo lo que pasó. Me quiero ir a casa, yo no soy prisionera de nadie. – esquivé a Nicanor y fui hasta la puerta, la abrí y cerré de un golpe. Intenté recordar en donde estaba la escalera para ir hacia la puerta, en ese instante entró Nahuel. - Alma, ¿a dónde vas? No te... - No me puedo ir. Lo se, lo se. Ya me lo dijeron, pero no pienso quedarme acá como una prisionera, me voy a ir ahora mismo y nadie me va a detener ni siquiera vos. – me encaminé hacia la puerta, y el se puso enfrente de mi. – déjame pasar Nahuel. - De verdad no te puedes ir, es peligroso. Te metí en un lío, discúlpame.

- ¿De que rayos estas hablando?

- Al saber lo que soy, es complicado todo ahora. Es peligroso para vos. - jamás había imaginado que algo así me pasara, más que en las mil y un novelas acerca de fantasías, no pasaba. Ahora estaba viviéndolo por mi misma. Siempre desee vivir un cuento de hadas o algo que me llenara de magia la vida, pero ahora que estaba en una historia así, quería escapar. – no podías saber que era quien era, tendrías que haberlo sabido por ti misma o de otro como yo. Nunca de mi, pero no me aguanté, fui un egoísta y no me aguanté.- me agarré el rostro y me largué a llorar, esto era verdad, no estaba drogada, ni nada por el estilo. De verdad tenía un ángel frente de mi, un ángel que era mi ángel, un ángel que se había enamorado de mi, y yo de él. Me abrazó, puso su cabeza en la mía y me apretó fuerte, estaba aterrada, triste y perdida. Me tomó de la mano y me dejé llevar, fuimos hacia aquel salón enorme en el que había estado aquella primera vez. Había mucha gente, demasiada para mi, no estaba preparada para esto, ni siquiera un alerta me dieron. Intenté escapar yéndome hacia atrás de a poco, pero la mano de Nahuel me sostuvo fuerte y no me dejó ir. Había dos lugares en el sillón, sin dudarlo nuestros lugares. Nos sentamos, y todos nos quedaron mirando, nadie largaba ni una sola palabra. Los ojos se centraron durante minutos en nosotros, pero me daba la impresión de que alguien faltaba allí. Miré para un costado y no estaba Nicanor. Seguimos esperando unos minutos más, mientras Nahuel estaba profundamente serio, mientras me tomaba la mano con mucho cuidado y amor, como protegiéndome. Todos miraron automáticamente hacia una de las entradas del salón, la contraria a la que yo conocía. Yo miré también, pero más tarde, un poco con temor. No sabía lo que me esperaba, ya no sabía nada. Ahora todos empezaron a murmurar en demasía, tanto que creí que me mareaba otra vez. - Calma, mantengamos la calma señores y señoras. La cosa no es tan grave, no tienen porque alarmarse.- dijo Nicanor. - Claro que si, este tonto niñito hizo una estupidez. – dijo un señor enorme, peludo, con facciones nada apetecibles para la mirada. Sus ojos eran negros, estaba rabioso. - No podemos hacer nada nosotros. - ¿De qué hablas?, porque sea uno de tus hijos no quiere decir que no hagamos lo mismo que a los demás.- volvió a decir el mismo hombre. - Esta vez es diferente. El no le contó solo por capricho, ni por maldad, ni por orgullo, ni sin querer. El le contó porque esta enamorado de ella. El esta arraigado a esta chica, están conectados. – nada de eso me sonaba familiar, yo seguía en mi mundito cerrado de dos por dos. A pesar de mi caída de a momentos, la gran mayoría del tiempo estaba sumergida en mi realidad, en la realidad que tenía hasta hace horas atrás. Volvió el murmullo, ahora más fuerte y preocupado, no podía escuchar nada, no quería desmayarme. Nahuel vio eso y me miró. - Todo va a estar bien, nada pueden hacer ellos sobre vos. Estas bajo mi protección. - susurrando - ¿Eso que quiere decir? manteniendo su mismo tono - Nadie de nuestro lado puede hacerte daño, ni tocarte, ni pensarte mal, ahora eres totalmente protegida mía, pase lo que pase, hagas lo que hagas, siempre vas a estar en mi protección. Cada ángel que esta a cargo de una persona, la protege hasta que ella se vuelve a encaminar o no quiere más la protección inconscientemente; se da como una de esas personas especiales que pasan en tu vida y luego se van, a pesar de eso quedas marcado para siempre. Es muy común, solo que la gente normal nunca lo sabe, nunca se entera, y a veces ni siquiera se dan cuenta cuando lo ayudaron, lo ve como una persona que pasó por su vida y así la recuerda. Rara vez se llegan a enteran. Pero cuando alguien se enamora, hace automáticamente una marca en esa persona y queda protegida por siempre.

- ¿Y si yo no quiero la protección? – me miró confuso y agachó la cabeza.

- Si no quieres la protección, yo me iré de tu vista, pero nunca te dejaré sola. Siempre estaré a tu lado.

- De todos modos era una curiosidad, no pretendo dejarte ir. – me volvió a mirar y sonrió fuertemente. Parecía como si fuéramos los únicos en el salón. Nicanor volvió a hablar y todos miraron otra vez automáticamente, inclusive nosotros que estábamos metidos en nuestra burbuja en ese momento.

- Ahora ya saben a lo que nos enfrentamos.

- ¿Y qué vamos a hacer? ¿Cómo la vamos a proteger?

- Como todas las otras veces, vamos a pelear hasta que la dejen en paz.

CAPITULO XVIII: ¿FANTASIA?

- ¿Pero como no me dijiste antes?, ¿por que te vas?, ¿con quien te vas? - Me voy con Gabriel a vivir allá. – hubo un silencio profundo, ni siquiera respiración se oía. Sus ojos se llenaron de lágrimas, me abrazó. Me sorprendí, me quedé con las manos en el aire y lo fui abrazando lentamente, luego se apartó un milímetro, se puso a mi altura y lo tenía tan cerca que sentía la calidez de su aliento en mi boca, cada vez entendía menos ese amor por mi y todo lo que yo estaba sintiendo por él. . - Discúlpame que este así, que me ponga así y te haga pasar por esto. Pero yo se que tu sientes lo mismo por mi, lo presiento. No me dejes solo. Te necesito – lo separé de mi lado, con el seño fruncido como muestra de incredulidad. – Ven conmigo – me quedé observándolo, di media vuelta, cerré la puerta de mi casa, al voltearme nuevamente, sonrió satisfecho, me tomó de la mano y me llevó hacia el auto. Me hizo subir amablemente, yo estaba realmente loca, había pasado todos los límites. Estaba paranoica hasta hace no menos de unos minutos, le había prometido a mi hermano de que no saldría y de repente, me estaba subiendo con aquel hermoso extraño a su auto rumbo a algún lugar que no sabía. Ahora si que había llegado al borde de la locura. Nos pusimos el cinturón, prendió el motor y la camioneta empezó a rodar. No hablamos en todo el viaje, me estaba llevando a su casa por lo que parecía, era el mismo camino por lo menos. - ¿Por qué me llevas a tu casa? - No lo hago.- Lo miré extrañada y preocupada. No paró en su casa, tal como había dicho, siguió y fuimos al mismo lugar donde había estado antes con Gaby, y donde luego vino él. Paramos, nos bajamos y me quedé allí mirándolo mientras se adentraba en el bosque negro. – No tengas miedo, ven – se dio vuelta y me miró mientras subía la mano para que tuviera confianza y fuera con él. Su rostro igual de amable que la primera vez que lo vi. Caminé hacia el sin miedo y tomé su mano. Nos introducimos en el bosque, me soltó la mano y se sentó en la orilla de la laguna. Me senté junto él. Nos quedamos en silencio mientras esperaba que él me dijera que estábamos haciendo allí y porque estaba tan desesperado porque yo no me fuera. - No te asustes, te voy a mostrar algo que quiero que veas, no se como irás a reaccionar, solo recuerda que no te voy a hacer ningún daño. Te lo prometo.- Se levantó se puso de espalda a mi, de frente a la luna la cual estaba casi llena, y media baja. Temblé, no sabía que iba a suceder, por lo menos lo que hiciera era lejos de mí. Siguió mirando hacia delante, mientras yo miraba como su cuerpo se hundía en la luz de la luna, tan hermoso. – no te asustes. - ¿Por qué lo repetía tanto? Me asustaba más. – Pase lo que pase no te muevas de ahí, no quiero que te acerques – esto era muy raro, pero sin embargo no tenía miedo. Se quitó la remera y empezó a moverse como si estuviera teniendo convulsiones, me quise parar para ayudarlo pero recordé lo que me dijo y me quedé sentada tal cual estaba. Se inclinó hacia delante un par de veces, yo estaba allí mirándolo, preocupada, ansiosa y curiosa. ¿Me tendría que levantar? Luego se puso extremadamente derecho y miró hacia arriba, me hizo recordar a Leeloo en la película Quinto Elemento cuando le sale la luz de la boca para poder romper en mil pedazos al meteoríto que viene a destruir la tierra gracias al amor. Susurró algo que no pude escuchar, su espalda empezó a moverse por si sola, esta vez si me asusté, pegué un salto levantándome y me moví un paso hacia atrás. El seguía allí parado muy recto, algo parecido a dos pelotas se movían de un lado para el otro en su espalda. Estaba totalmente espantada, quería correr, pero algo me decía que no estaba en peligro, el me lo había prometido, no me iba a hacer daño. Largó un grito de dolor y algo salió rápidamente de uno de esos huevos, y enseguida salió lo mismo del otro. Mis ojos se abrieron como nunca, eran dos alas, dos alas blancas, hermosas, que a la luz de la luna eran aún más bellas. Calló al suelo de rodillas, agitado y cansado, intenté correr, pero él se dió cuenta y me paró con la mano. Luego se puso de pie, se dio vuelta y me miró. Sus ojos estaban llorosos, su cara rojiza y sus alas gigantes aún abiertas de par en par. No quería correr, estaba extrañamente segura allí donde estaba a pesar de todo. Me quedé inmóvil observándolo a él y a sus alas, una y otra vez, se acercó hacia mí muy despacio con miedo de que yo reaccionara y corriera, pero yo estaba allí todavía. Me acercó la mano para que la tomara en signo de paz, yo no me moví, estaba muy cerca de mí. Levantó esta vez las manos para tomarme el rostro, pero reaccioné, di un paso hacia atrás, me largué a llorar, el se quedó donde estaba. Pasaron unos minutos y me fui acercando a él. - ¿Quién eres? – fui yo quién le tomó el rostro y lo miró a los ojos esta vez. - Tú lo sabes. - Esto no puede ser, es imposible. – le quité las manos de encima, volví a dar el paso hacia atrás, esto no podía estar pasando, no era real. Moví la cabeza de un lado hacia para despertarme de ese sueño, pero nada pasó. - Alma, es verdad. Yo se que es muy duro y casi imposible de entender o creer, pero es verdad. Soy lo que crees. Y soy tuyo. - ¿De qué hablas? ¿Mío? – lo volví a mirar, seguía con sus alas allí pero no las tenía abiertas, las tenía semi-cerradas y su rostro era muy triste. Pero aliviado de alguna manera. - Vine por ti. – cerré los ojos. – estoy aquí para cuidarte – largué una carcajada, no estaba creyendo lo que me decía, no paraba de reírme. Estaba totalmente fuera de mí, debería de estar enloqueciendo. Mi fantasía e imaginación me estaban jugando una tremenda mala pasada, y me sumergí en una inconciencia profunda, solo sentí la caída, luego de eso no recuerdo más nada; solo cuando me desperté y estaba otra vez en el cuarto aquel lleno de colores.