martes, 15 de junio de 2010

SEGUNDA PARTE DEL CAPITULO 2

Di un paso para correr, pero fue un paso en falso y me caí. No se que pasó, debí de haberme dado un buen golpe en la cabeza, ya que me desmayé. Cuando desperté estaba en un sofá. Atiné a levantarme rápido para observar en donde me encontraba. Era un living muy grande y hermoso, nada estaba fuera de su lugar. Era demasiado perfecto para ser real. Creí que estaba en un sueño, así que no me enloquecí y caminé por ese gran lugar.

Todo era blanco, pero un blanco imposible de mirar, te rompía los ojos; todo estaba tan limpio, tan reluciente. Tenía miedo, pero no por haber despertado ahí, o por lo que pudo haber sucedido mientras estuve en mi inconciencia. Sino porque no tenía miedo de ese lugar, estaba curiosa, maravillada; me sentía segura, no me quería ir.

No había ni un solo ruido, todo era silencio, pero un silencio tranquilizador, ¿estaría loca de verdad? Cualquier persona normal en esta misma circunstancia estaría totalmente aterrada, preguntándose si la habrían secuestrado, si iba a morir, o quién sabe que otras cosas más. Pero yo no, estaba ahí, aturdida, media inconsciente y extrañamente tranquila.

De pronto en mi caminata curiosa, escuché un ruido, ahí si se despertó mi miedo, por instinto más que por pleno conocimiento; y corrí hacia una mesa que estaba contra la pared apartada casi ni se veía, estaba muy cerca de mí y me tiré como pude para que la persona responsable de ese ruido no me viera. Aunque obviamente eso no fue muy inteligente de mi parte, ya que la idea de esa persona era verme, e iba a notar que ya no estaba; obviamente me iba a buscar. ¿Pero pude haber escapado o no? En ese momento que me empezaran a buscar, yo tendría tiempo de poder realmente escapar; a pesar de eso seguía metida en mis pensamientos incoherentes de que no tenía ganas de irme y sentía curiosidad de saber más sobre ese lugar, que no impartía ningún miedo.

En ese mismo momento, alguien entró. Era hermoso, era algo fuera de este mundo, me quedé hundida en su cuerpo y su cara, era alto, su cuerpo estaba marcado con músculos, pero no exagerados, “perfecto”, con una piel clara y hermosa, no tenía ni un solo lunar, ni un solo granito, sin ninguna imperfección; tenía el mentón cuadrado, pero limitado, nada exagerado, sus ojos eran de color marrón claro, miel, almendra, extraño, no era un color definido, era una mezcla de colores preciosos, su nariz era fina. Su pelo obscuro como la noche, pero con una brillantez que cualquier mujer envidiaría, cualquier hombre envidiaría, cualquier persona envidiaría; era liso, sedoso y un poco largo.

- ¿Alma? No tengas miedo, no te voy a hacer daño..estaba tranquilo, su voz era tan dulce y perfecta como él, me dieron ganas de salir. No sentía miedo. Pero, ¿cómo sabía mi nombre?, ¿de dónde lo sacó?; yo nunca llevaba mis documentos encima. De esa forma no podía ser. Solo que hubiera reconocido mi pobre auto ahí en el medio de la nada, y lo abrió para ver si algo mío había, para reconocerme. Pero nada había en él tampoco.

- ¡¡Alma!! - repitió mi nombre muchas veces, sin enojarse, ni levantar la voz, ni siquiera se sentía inquieto.

De pronto miró hacia donde estaba yo, "¿me habrá visto? " pensé.

- Te encontré tirada en el suelo inconsciente y te traje a mi casa. No me tengas miedo.

Claramente si me había visto, se acercó hacia la mesa y tendió su mano, poco a poco salí, no le tomé la mano, preferí no tentar a mi suerte a pesar de mi temeridad, un poco de conciencia me tenía que quedar. Aunque aquellas palabras “no me tengas miedo”, no tenían sentido para mi.

- No me tengas miedo repitió. Noté preocupación en su rostro, debería de pensar que yo estaría muerta de miedo e intentaba que me sintiera segura -Hola, soy Nahuel – cuando notó que yo no estaba aterrada, sonrió, aquella sonrisa fue la gota que derramo el vaso de mi cordura, me desquicié, ahora si que no quería ir a ningún lado, era tan maravillosa, podía garantizar que había iluminado todo el salón.

- Ho-o-o-ola, so-o-oy Alma – mi voz sonó baja, y tartamudeé no por miedo, sino por lo fascinada que me sentía por aquella sonrisa. Dije mi nombre a pesar de que el ya lo sabía.

- Lo se, encontré un papelito que lo decía mientras buscaba entre tus cosas para saber quién eras, espero no haberte molestado con eso.

"Claro", pensé. "La nota de Manuel, me la guardé en el bolsillo para tirarla y me olvidé ". Ahora me sentí menos preocupada sobre eso. No estaba en peligro, por lo menos no a la vista.

- Si, es de mi hermano. No me molestó, hiciste lo correcto. Discúlpame a mí por haberte causado problemas. Creo que me caí, quería salir corriendo porque sentí un ruido.

- Si, lo se – se sonrojó en ese mismo instante y miró hacia abajo – fui yo, lo siento. - Me sorprendí, no esperaba eso. No quería preguntarle porque lo hizo, no se si quería saber la respuesta, pero como siempre mi curiosidad era mi enemiga.

- ¿Por qué lo hiciste?

- Es que yo… - extrañamente la situación se revirtió, yo estaba más segura y el se sentía asustado. –…te vi allí y sentí algo singular, no quería que te fueras. Discúlpame, tampoco quería asustarte.

- Esta bien, pero, ¿tú eras quién me observaba?

- Si, no te preocupes, no soy un acosador ni nada parecido. – se adelantó a decir - Me gusta ir al bosque de vez en cuando, es muy solitario y tranquilizador. Nunca nadie va, pero esta tarde fueron muchos muchachos y allí te vi. Me atrajiste de alguna manera, saludable, te lo juro. Y cuando esta noche volviste, me sentí extrañamente contento, pero te fuiste, luego te vi otra vez aquí, esta vez sola, no quería que te fueras. Iba a hablar contigo, pero me dio un poco de timidez, hasta que te dije eso y te asustaste, quisiste correr pero tropezaste y te caíste. Ahí te traje a mi casa.

Tendría que haberme asustado, podría ser un acosador, a pesar de que el dijera que no. Pero algo en sus ojos me decía que contaba la verdad, de que no me haría daño. De pronto sonó mi celular. "¿Eso todavía lo tenía encima?" protesté para mis adentros, creía que lo había dejado en el auto, rara vez estaba con el cuando no iba a hacer nada raro. Pero esta vez había decidido llevarlo, recordé, iba a hacer algo sola; y seguramente mi madre me llamaría de nuevo, a pesar de haberle dicho que esta vez no haría nada malo; ella querría comprobar que estaba viva y que Flor no iba a meterme en un problema nuevo, por lo menos uno no muy malo.

- Atiéndelo – me dijo el chico con esa voz tan tranquilizadora – debe ser alguien preocupado por ti.

Por lo menos no tenía miedo de que atendiera, eso no sonaba como algo proveniente de un secuestrador. De todas maneras me pareció extraño, mi madre no acostumbraba a llamar tan rápido, y mis hermanos no iban a ser, les había avisado que llegaría a las once, solo que me haya quedado más tiempo inconciente de lo que creía.

Tomé el celular, miré quién era, "Flor", suspiré para mis adentros. No tenía que encontrarme nerviosa, yo nunca le mentía a ella por más horrorosa o vergonzosa que fuera la situación.

- Flo – le dije tranquilamente

- Alma, ¿cómo estás? Disculpa que no te llamé a tu casa y lo hice directamente al celular, pero no quería que tus hermanos atendieran y me hicieran preguntas sobre tu vida como cada vez.

- No te preocupes, de todos modos mis hermanos no están en casa. ¿Qué pasó?

- Quería saber si ya estabas por dormirte.

- No realmente, ¿por qué?

- Quería saber si querías ir al centro, me llamó Eric y me dijo si queríamos ir al nuevo baile que iba a abrir hoy. Se llama “Neón”. Tiene entradas gratis, algo sobre su hermana, me dijo que las había conseguido para él. ¿Venís?

- No, no puedo realmente. En realidad ando en otra cosa, no estoy en casa. – le dije tranquilamente.

- ¿Cómo que no estás en tu casa? ¿Dónde estás Alma? – le pareció extraña mi respuesta, nunca salía a ningún lado sin invitarla, solamente que fuera por alguna cita o algo así, pero ella siempre sabía antes sobre esos momentos. Le prometí contarle todo al otro día, estaba sumamente preocupada por mi, pero de todas maneras no me preguntó nada más. Luego de cortar, volví a fijar mi mirada en el chico que me observaba con algún tipo de ilusión que no entendía. Como si yo hubiera dicho algo esperanzador para su vida.

- ¿Qué pasa? – le pregunté

- No estas asustada, no te vas a ir corriendo y ni siquiera le dijiste lo que te había pasado. ¿A mi me preguntas qué pasa? su sonrisa ahora se volvió picara. Me sonrojé un poco, tenía razón, no lo había notado. No dije absolutamente nada, y él no tenía ni idea de que estaba hablando con la persona a la que nunca le escondía nada. Mucho peor y más extraño. Se ofreció para llevarme a casa y me preguntaba a cada segundo si me sentía bien, si me dolía algo. Negué todo, estaba atontada por la situación. Luego me ofreció un café, su rostro todavía esperanzado me estaba llamando a decir que si, parecía deseoso de que me quedara, pero mi raciocinio por fin entró en acción.

"Andate, ¿qué estas esperando? ¿Tu mamá nunca te dijo “no hables con desconocidos?” y menos quedarte en su casa. Era tiempo. ¡¡¡ANDATE!!!"

Rechacé sutilmente el café y me limité a decirle que me iba de nuevo al bosque a recorrerlo, sabiendo ahora que era él quién me observaba.

- Te acompaño hasta el bosque, está aquí enfrente.

- Creí que estábamos lejos de él.

- No, vivo en frente. Por eso voy seguido.

- Entonces no te preocupes, yo voy hasta mi casa mejor, tengo mi auto ahí no más. me miró con cara decepcionante esta vez, realmente no quería que me fuera.

- ¿Estás segura?

-Si, no te preocupes, muchas gracias por todo. Un gusto Nahuel – lo saludé, me di media vuelta y caminé hacia mi coche que estaba a unos pasos de la entrada del bosque como lo había dejado. Miré hacia atrás, pero él no estaba ahí, no debió de haber salido de la casa. Aquella era de la que habíamos estado hablando hoy con Flor, nadie había vivido allí en mucho tiempo, era oscura y llena de plantas que tapaban su vista, ahora estaba iluminada y limpia. Volví mis ojos hacia enfrente, llegué a mi coche, lo encendí e intenté no pensar sobre el tema, prendí la radio y marché a mi casa.


miércoles, 9 de junio de 2010

CAPITULO 2: DANDO EL PRIMER PASO (primera parte)

Ya en la facultad nadie se dio cuenta de mi tristeza, sabía ocultarlo, mi cara demostraba habitualmente felicidad y esta no iba a ser la excepción. Por suerte mis amigos estaban contentos y ansiosos, lo cual ayudó aún más a modificar un mi humor. Todos me saludaron como siempre y yo respondí con ansiedad.

- Alma me dijo Flor con su gran sonrisa chispeante, la de siempre, nadie jamás la habían visto llorar, o estar triste; por supuesto a excepción mía. Era más alta que yo, no mucho, pero se notaba. Sus ojos azules llamaban la atención a cualquiera, su pelo estaba teñido de rojo. Era delgada y hermosa, sus ropas eran súper locas y perfectas para su personalidad. Esa simpatía la hacía tan querible, pero tenía un gran carácter, con ella era amarla u odiarla, nada de falsedades; por eso me había caído bien desde un principio. Nos conocíamos desde la escuela, incluso el liceo, pero no fue hasta la facultad en que nos hicimos mejores amigas como lo éramos ahora. Ella era muy especial para mí.

- Hola Flo le dije tranquilamente y con una sonrisa, pero era imposible para nosotras mentirnos aunque disimulara de la mejor forma conocida por el hombre.

- ¿Qué pasa Alma?

- Terminé con Gaby – me miro nada sorprendida, ya habíamos hablado un montón de veces sobre esto, ella ya había dado su opinión acerca de lo buen tipo que Gabriel era y lo bien que le caía, a ella le encantaba que yo estuviera con él; pero siempre pensó que para estar con dudas con las que llevaba la relación era mejor dar un paso al costado y ella solo quería verme feliz.

– ¿Cómo te sentís?

- Bien, demasiado bien para mi gusto.

- Va a ser un gran día, lo presiento. Nos vamos a divertir. Más que un paseo de facultad, va a ser de desorden. – comentó graciosamente Benjamín, con su rostro quemado por el sol, sus ojos pardos llenos de gracia y su pequeña altura graciosa para un hombre. Él era mi mejor amigo y el de Flor, nos habíamos acercado en un corto tiempo cuando el necesitaba nuestra ayuda porque su hermana había estado muy mal por un ataque de asma que padeció hace unos meses atrás, Flor y yo nunca nos apartamos de su lado, y el al final solo quiso que nosotras estuviéramos cerca de él. Nos hicimos un muy buen equipo.

Subimos al autobús, como siempre me senté con Flor y en el camino le conté todo con lujo de detalles de cómo habían pasado las cosas con Gaby. Le comenté también al final, de que no tenía ganas de hablar más de eso por lo menos por el día, por supuesto como cada vez, me respetó y no dijo nada más.

Ya había dejado de pensar un poco en Gaby, o para decirlo de una mejor manera “de sentirme mal”. No sabía ni como llamarlo ya.

Bajamos y empezamos a recorrer el viejo bosque del pueblo, el lugar era muy hermoso, donde todos, por más maliciosos que fueran, cuidaban; era como “ese” lugar perfecto que querían conservar. A pesar de eso no era algo normal el hecho de que se visitara, era irónico, pero nunca se hacía, quizás era para mantenerlo; por eso mismo la profesora decidió venir; quería saber cual era el misterio y que nosotros también lo averiguásemos.

Nos servía el poder mirar animales y naturaleza de cerca, era algo que a todos nos emocionaba, estábamos analizando un poema sobre lo natural, el aire puro y la brisa sin el toque citadino, la profesora nos decía que teníamos que tener un contacto más directo que dentro de un cuarto de cuatro por cuatro donde leyéramos unas cuantas horas por día y sacáramos apuntes, era lo mejor para poder entender las palabras del poeta; estábamos todos de acuerdo, no solo por que podíamos salir de la facultad, sino porque era algo lindo e interesante para hacer, algo nuevo. Era bueno el haber llegado hasta ese lugar. Lo intuía.

- Alma, ¿qué piensas acerca del bosque? –preguntó Flor muy entusiasmada.

- Es hermoso, la verdad qué me he estado preguntando durante un buen rato el porque de no haber venido antes.

- ¿Sabes lo que pienso que tendríamos que hacer? su mirada no me gustaba, era de las que no me entusiasmaban, de ella no podía salir ninguna idea normal, todas eran para causarnos problemas. PROBLEMAS, así con mayúscula.

- ¿Qué? pregunté temerosamente, no estaba segura de hacerlo, pero ya era tarde.

- Venir al bosque nosotras, recorrerlo. Sin la clase, ni escribiendo apuntes, solo por nuestro propio gusto. ¿Qué te parece? - Suspiré, creí que iba a ser peor. Una bomba.

- No sería una mala idea.

Me miró un poco dudosa, no sabía si era sarcasmo o era en serio. Nunca estaba de acuerdo con sus ideas locas, a pesar de que muchas las terminábamos concretando. Luego puso una cara un poco más gozosa.

- ¿Creí que me ibas a retar o todo lo demás que haces siempre? ¿Por qué no lo hiciste? – su cara aún sonriente, aunque escéptica.

- Esta vez me parece una buena idea, a pesar de que no me gusta mucho lo de venir solas al bosque. Me llamó bastante la atención el lugar, es muy bonito.

- ¡¡¡Excelente, esta noche venimos!!!- lo dijo exageradamente entusiasmada.

La miré con cara de susto. – ¿esta noche? ¿En la noche? ¿Estás loca? Yo sabía que todo no podía ser bueno viniendo de vos.

- No, es genial. Es viernes, nadie sospechará de que nos vamos a meter en un lío como otras veces – sonrió picara - nada va a pasar, este lugar es muy tranquilo, nunca pasa nada. Es una ciudad segura, no hay animales malvados, ni nada de que preocuparnos. Cualquier cosa a unos pocos metros hay una cabina de policía cuidando el lugar. Y ahí enfrente esta aquella casa que ahora esta ocupada por lo que vimos, podemos correr hacia allí por cualquier problema a pedir ayuda, cosa que no va a ser necesaria obviamente. Es perfecto.

Lo pensé varios segundos, un poco confundida, pero sabiendo que todo lo que decía tenía razón. No vamos a hacer nada malo, descabellado, loco, ni nada de esas cosas de las que teníamos acostumbrada a nuestra gente.

- Bueno, esta bien. no estaba segura del todo, pero no podía pensarlo mucho, aquel bosque me atrajo demasiado como para negarme. Flor carcajeo de alegría.

Llegué a casa un poco cansada, ya era muy tarde, mis hermanos no estaban. Como de costumbre los viernes, Manuel por su parte se iba de baile con sus amigos o salía con una nueva chica; y Emiliano se iba a tocar con su banda, y a tomar algo por ahí. Por suerte, así de esa manera no me molestaban a la salida, con qué me ponía, a donde iba y todas esas cosas de hermanos “celosos” totalmente innecesario, y que no me interesaba en lo más mínimo.

En la mesa había una nota:

Alma, te dejé comida en el microondas y plata para salir. Avisame por lo ultimo.. Ojo con lo que haces.

Besos Manuel.

Me olvidaba, a pesar de no estar, de todas maneras me molestaban. Mientras comía el arroz con milanesa que mi hermano me había dejado y miraba la tele en el living, el teléfono sonó. Era mi mamá para saber como estaba, no me llamaba al celular sabía que lo odiaba, pero no quería disgustar a mi madre todo el día así que acepté, a pesar de que era una nueva forma de que mis hermanos me molestaran. Le conté a mi madre todo lo que había pasado, y como siempre me apoyó con sus palabras.

Íbamos en el auto de Flor camino al bosque, mi rostro volvió a ser la de hoy en la mañana en el cual Flor descubrió mi tristeza. Me preguntó si quería poner música, dándose cuenta de mi cambio de ánimo a sabiendas de que eso era una de las pocas cosas en el mundo que me calmaría. Puse un CD de los Guns y escuchamos música todo el camino en silencio.

Llegamos al bosque, nos metimos en él, cuidadosamente a pesar de que sabíamos que era seguro.

Aprecié en mi nuevamente la extraña sensación de la mañana, como sabiendo de que iba a ser algo bueno ese bosque, ese día y ahora esta idea nueva de Flor.

- Luna, ¿estás bien? – me delató mi cara pintada con una pequeña sonrisa – de repente te pusiste de buen humor.

- Nada, me gusta este bosque. Tengo una linda sensación al estar en el o al saber que voy a venir. Es amor premeditado, hasta sin conocerlo aún.

Sonrió pícara, sabiendo lo mucho que me gustaba a mí este tipo de lugares.

Nos introducimos en el bosque, y sentí que alguien me observaba, que alguien nos seguía. No me quise preocupar, quizás era simplemente de perseguida. Seguí mi rumbo, mirando las cosas, sacando fotos con Flor. No dejaba de sentir esa sensación, pero cada vez era más intensa. Flor me preguntó que me pasaba, no le presté atención. Pero insistió preocupada.

- Tengo la sensación de que alguien nos está observando

- No te preocupes, debes de tener algo de miedo, es seguro Alma, tranquila.

- No, de verdad. Algo no está bien. – su expresión cambió, ahora me prestó atención y pasó de estar sonriente para que no me preocupara, a estar ella preocupada.

- Disculpa, no quería preocuparte. – le dije un poco arrepentida de habérselo mencionado.

- No, está bien. ¿Querés irte? – era ahora, teníamos que irnos, pero algo en mi me dijo que me quedara. No era algo peligroso, todo el día estuve con una linda sensación acerca de ese lugar. Quizás esto tenía algo que ver. Pero por otra parte, no quería dejarme llevar por mi parte fantasiosa. Quizás nos pondría en peligro.

- Si, lo prefiero. Para quedarme más tranquila. Podemos volver mañana de todas formas ¿no? – le dije dudando

- Si, claro. No te preocupes podemos...

Un ruido muy fuerte la interrumpió y no pudo terminar su frase. Nos asustamos mucho, pero a pesar de eso decidimos ir a ver.

Nos acercamos a un árbol desde el cual creímos que provenía el sonido, y vimos una rama muy grande colgada a medio caer. Supusimos que había sido eso, no se si por miedo o por seguridad. Pero haya sido o no, nos dedicamos a irnos.

Mientras Flor me llevaba a casa, charlábamos sobre lo que había pasado, Flor estaba más tranquila ahora que nos habíamos alejado del lugar y nos encontrábamos de nuevo en el pueblo con gente a los alrededores, ahora se burlaba de mi sensación “Eres una vidente”, decía riendo. Yo seguía un poco preocupada, no me tomaba tan en chiste aquello, ya que me había pasado a mí y había sido en serio.

- Pudo haber sido algún tipo de animal, es un bosque, no habrá animales salvajes malignos, pero si los hay benignos, ya lo sabes me dijo para que me tranquilizara, tenía sentido lo que estaba diciendo. ¿Qué más podría ser? Ningún hombre andaría colgado de un árbol esperando que alguien llegara. ¿O si?

- Tenés razón, me estoy preocupando, de todas formas cuando salgo contigo siempre me pasa algo así, es normal ya para mi que me hagas sentir insegura con tus salidas nos echamos a reír, me había tranquilizado.

Llegamos a casa, la saludé y me bajé. Fui hacia la puerta. Algo me dijo que tenía que volver al bosque, necesitaba saber que había pasado. Si, ya se, estaba loca. Pero tenía que ir.

Caminé hacia el garaje, iba casi a paso tortuga, quería ir, pero quería esperar, no sabía muy bien porque estaba haciendo esta estupidez. Pero necesitaba hacerlo. Llegué a mi auto, lo abordé y marche rumbo al bosque. En el camino, me alegré por haber pensado esta locura sin Flor, por un lado por el simple hecho de que ella era la loca que planeaba cosas y se reiría de mí durante, horas, días y meses. Segundo porque quizás, conociéndola iría a pesar de todo y no quería meterla en peligro, no estábamos hablando ya de una loca ocurrencia como la de Flor, esto era un exceso, yo no podía hacer eso. Entonces, me alegré otra vez de mi decisión solitaria, pero estúpida.

La carretera estaba ausente, nada había en ella, solo yo y un vacío; el cielo estaba claro para mi suerte, la luna y las estrellas brillaban como nunca.

Me acobardé un par de veces, pero mis ansias y mi curiosidad le ganaron a mi razón. Llegué por fin al bosque. Me bajé rápidamente y corrí hacia la entrada.

Paré repentinamente antes de internarme en el bosque, << Dale Alma, no es para tanto. El lugar es seguro, no temas, era un animal >>, y por fin entré.

A penas puse un pie en el bosque me sentí muy segura, aquel titubeo desapareció, me preocupé de mi misma, como podía estar tan tranquila, en un bosque prácticamente oscuro, donde el policía ya no estaba; donde estaba yo sola y paseándose por mi mente el ruido de hoy.

Me sentí nuevamente observada, sin miedo, segura, pero con la sensación de quien me contemplara lo hacía sin quitarme los ojos de encima, nada más lo distraía, nada más llamaba su atención, solo yo - << ¿Me estoy volviendo loca? ¿Cómo puede ser que este pensando esta cantidad de cosas?>>, medité intentando entrar en razón. Yo era un tanto imaginativa, me ilusionaba mucho con un príncipe azul, con hadas, sueños y otras cosas que casi a nadie le interesaba. Pero esto era demasiado. << style=""> ya me estoy volviendo verdaderamente loca >> me dije en voz alta, para convencerme de irme, pero algo me dejó totalmente perpleja y asustada.

- No te vayas una voz dulce, tenue, que impartía seguridad resonó cerca de mi. Pero me asusté, me asusté como nunca.

martes, 8 de junio de 2010

CAPITULO 1: ADIOS ANTICIPADO

Hace días que me sentía un poco inquieta y triste, la ida de mi madre en viaje de negocios lo había acrecentado mucho más, la extrañaba muchísimo.

Su trabajo de Ingeniera de Sistemas siempre consistió un gran alejamiento entre nosotras, estrictamente hablando de distancias, no de confianza y amor; esto es debido a que trae consigo viajes demasiado a menudo. Esta vez destino, París. A pesar del supuesto acostumbramiento que tendría que tener sobre esto, nunca me pude adaptar a sus nuevas partidas; a pesar de todo estaba muy orgullosa de ella, se lo merecía. Siempre fue mi pilar, y nunca puedo hacer mucho sin antes saber su opinión. Siempre me maravillé de su sentido de la responsabilidad, pero sin pasarse de la raya, esa justa línea perfecta; de pequeña siempre hice un intento de copiar sus movimientos; debo confesar, me volví un poco como ella desde ese punto de vista, aunque mi mejor amiga Florencia se encargó de que yo de ves en cuando vuelva a mi época infantil.

A pesar de todo, mi madre siempre se tomó el trabajo de que yo no me sintiera más responsable de lo que debía, esto era porque mis hermanos a pesar de ser más grandes que yo, parecían más pequeños; y cuando ella no estaba, yo me sentía la “niñera” de esos dos niños grandes, haciendo todo tal cual mi madre.

Mi sentimiento de angustia también se acrecentaba un poco más debido a eso mismo, de que me tenía que quedar con mis hermanos. A pesar de que los amaba, no me dejaban de fastidiar y me trataban como a una niña chiquita, vaya ironía; la que tiene que volver a las once de la noche en punto, no puede tener novio y no debe de salir con ropa corta, ni nada que se viera más piel que la de mi frente y mis manos, y como no hay otra opción mis ojos.

Manuel era el peor, sus celos llegan a fastidiar hasta al Dalai Lama. Por un lado tiene sus propias razones, mi novio Gabriel había sido su amigo; bueno, seguía siéndolo, pero con algo de frialdad, Manuel le tenía rencor por haberse fijado en mí y por ser 5 años mayor que yo. Lo sufrimos, pero poco a poco fue cediendo, aunque no del todo.

Su complexión exagerada, con aquellos músculos y altura, hace deleitar sus ojos a cualquiera, ya sea por envidia, por miedo, por expresión de “que tipo exagerado, ¿para que tanto?”, por admiración o por ganas de tirársele encima, todo eso por no faltar ni un solo día a lo que yo llamaba su “Iglesia”, el gimnasio. Atraía a cuanta mujer se le pasara por enfrente, no solo por sus “anatomía muscular”, sino también porque era muy guapo y tenía tan solo 24 años, el parecido físico a nuestro padre era inevitable.

Lo malo de todo esto es que cambia de chica, como cambia de blusa, y todas mis amigas enloquecen por el automáticamente se les aparece en frente, a no ser claramente por Flor, la cual está enamorada platónicamente de Emiliano. El menor, el de 20; al contrario de Manuel, Emiliano era flaco, con pelo largo, muy parecido a mi y a mamá, nadie dudaría de que éramos familia; tocaba la guitarra, un “hippie” perdido; sus celos no se comparaban con los de Manuel ni un poco, pero estaba aprendiendo a serlo de tanto escuchar a Manuel diciéndole, “cualquier chico puede abusar de la bondad de nuestra hermanita y de su despreocupación por el peligro”.

El tranquilo Manuel quién no había pasado una buena última historia de amor, luego de estar demasiado triste para mi gusto, sabía que miraba ahora a Flor con un poco de ternura, quizás algo estaba naciendo ahí, mi hermano y mi mejor amiga, era una idea que me alegraba. Aún más sabiendo que se necesitaban mutuamente.

Mi tristeza era proveniente de mi preocupación y mi malestar, porque me estaba dando cuenta de que algo malo pasaba en mi relación con Gabriel, o en realidad a mi me pasaba algo malo.

El era un hombre teóricamente perfecto. No solo físicamente, sino espiritualmente. Alguien con un gran corazón, humilde, fiel, con gran cultura acerca de muchísimas cosas, lo que me hacía admirarlo sanamente y me hizo fijar en el. Estaba terminando su tesis para Filosofía, y con un gran promedio.

Sus ojos negros, grandes y hermosos, me dejaban totalmente sumergida como en un nirvana; su altura era considerable, le llegaba a mi hermano por poco, pero para mi falta de tamaño cualquier cosa era alta, su cabello castaño claro sedoso, desporlijo y largo al mejor estilo Kurt Cobain. Una voz escandalosa, pero tierna y suave que podía tranquilizar hasta el más loco gritón. Yo siempre me pregunté, ¿qué había visto en mi?.

Mi persona era totalmente simple, mis ojos marrones claros, mi pelo castaño oscuro, un poco de bucles en mis puntas. No fea, pero tampoco una modelo de televisión; no tengo nada que llame la atención. Yo a penas estudiaba Literatura, estaba en mi segundo año.

Quería decirle que las cosas no marchaban como yo esperaba, que la culpa era mía, que yo lo amaba pero de otra manera y que quería estar sola un tiempo, pensando en lo que realmente quería para mi vida. Pero que el no tenía la culpa de nada, que solamente era yo la que pensaba todo esto y que no podía llevar una relación como el merecía.

¿Pero como decírselo? Estaba un poco confundida, nerviosa, insistente conmigo misma, loca, tan pero tan descarrilada, que no sabía ni que decir, pensar o hacer. Pero fui, me lancé. Toqué su timbre. Quise correr, pero era demasiado tarde. La puerta se abrió. Apareció su madre Margarita, dulce como siempre, pidiéndome que entrase pero me negué, le pedí que lo llamara y allí fue dándose cuenta de que algo pasaba, lo que me puso aún más nerviosa.

Gabriel salió tranquilo, aunque luego de besarme como siempre se dió cuenta de que algo andaba mal, le pedí para que hablásemos y fuimos hacia la plaza más cercana. Mis nervios no se podían disimular, lo miraba tristemente. Y luego de unos segundos me negué a lastimarlo, pero no podía ser egoísta y le dije lo que tenía en la mente, pero un poco más sutil, lo entendió, aunque luego de preguntarme que era lo que había hecho mal, me sentí terrible, era tan perfecto para mi, ¿qué rayos pasaba conmigo?; me prometió que me iba a esperar, luego del momento, me pidió un último beso y no me pude negar a aquellos ojos encandilantes, luego decidí irme a mi casa a pasar el tiempo.

No había nadie. Me alegré. De lo contrario tendría un cuestionario por parte de mis hermanos, por el cual no quería pasar. Me encerré en mi cuarto, abrí la ventana, me senté en el borde de la cama y me eché a llorar. A la hora, cuando ya no tenía fuerzas para nada, oí la puerta de entrada y a las risas de mis hermanos que contrastaba con mi estado de ánimo, así que preferí recostarme y hacerme la dormida.

Me sentí aliviada. de que creyeran que dormía, no tenía que inventarle historias a nadie sobre mi cara de muerte, y ellos no iban a lastimar a Gabriel, pensando que el era el culpable, sobre todo Manuel que inventaba excusas para enojarse y poder herirlo solo por despecho.

No me di cuenta en que momento me quedé dormida, solo se que me desperté y tenía en mi sillón a Manuel, mirándome. Salté de un golpe. -¡Manuel!- gruñí medio enojada y asustada – ¿cómo vas a estar ahí mirándome? ¿Me quieres matar de un susto?

- Solo estaba esperando que te despertaras. Cinco minutos más y te hubiera dado unas palmadas para que te despertaras. Hace mucho que estas durmiendo, había creído ya que no te ibas a levantar más. – me dijo con más cara de curiosidad, que de preocupación.

- No te preocupes, ahora no solo estoy viva, sino enojada y con miedo. Muchas gracias Manuel – mi sarcasmo no le afectó ni un céntimo.

Miré el reloj. Y realmente había dormido mucho, ya era otro día. Doce horas seguidas. A pesar de mi sorpresa, me sentí cómoda con ello. Estaba tranquila y un poco más aliviada. Era como si todas esas lágrimas y el descanso mental, hicieran de mí una persona nueva. Mejoré demasiado rápido. Eso no me hizo feliz tampoco, reforzaba mi idea de que no amaba tanto a Gabriel como lo hubiera pensado. Por suerte era día de paseo de experiencia en la facultad, eso me iba a despistar un poco más, por si mi conclusión anterior no fuera tan real y solamente había sido un momento de tranquilidad. Me preparé mi bolso, me di un baño, me vestí y saludé a mis hermanos los cuales no estaban tan felices de que yo me fuera así, sin explicarles porque de mi noche de bella durmiente.

- ¿Por qué tanta dormida Alma? – preguntó Emiliano mientras embutía un refuerzo de apuro para no llegar tarde al trabajo.

- Por nada, simplemente estaba cansada y hoy voy a tener un largo día. ¿Ya no puedo dormir tampoco? ¿Me lo van a prohibir? Manuel me miró enojado y Emiliano confuso. Pero hoy no estaba dispuesta a tolerar nada proveniente de ellos, tenía suficiente en mi mente.

- Suerte hoy, vuelvo tarde, no me esperen. – me fui prácticamente corriendo

- ¿Cómo que volvés tarde? A dónde vas? – con cara de pocos amigos refunfuñó Manuel.

- ¿Recuerdas que tengo el paseo de experiencia en la facultad? ¿O ya te olvidaste?- ya estaba cansada de sus berrinches. No me respondió, y volvió la mirada. Me concentré en ir hacia mi auto y dirigirme a la facultad.

lunes, 7 de junio de 2010

PRESENTACION DE LLEVAME CONTIGO

Nadie sabía como las cosas iban a seguir después de esto. Yo no lo sabía, él no lo sabía, mis padres no tenía ni idea de lo que era la vida de su hija lejos de ellos, sin embargo era feliz a su lado. A pesar del peligro, a pesar de las horas sin dormir y el miedo, era feliz.
Lo había encontrado a él, y prefiero vivir en el miedo, pero con él, que vivir tranquila y saber que jamás volveré a verlo.
Era mi ángel de la guarda, el hombre que yo esperé para ser feliz, pero traía consigo un mar de dudas y de novedades. ¿Qué podía hacer yo ahora? Me habían puesto un gran peso en mis hombros, era un desafío para mi llevar esto, pero no era una opción, tenía que hacerlo porque todo dependía de mi y no había otra salida. ¿Cómo equilibrar mi vida, la vida de los demás y todo el amor que dentro de mi había nacido?