lunes, 11 de octubre de 2010

CAPITULO XVII: PATADA

- ¿Te llevo hasta tu casa quieres? Veo que no trajiste el auto, estás tan loca que viniste caminando todo eso para meterte en mi casa o solo pasabas por el barrio y decidiste visitarme – reímos juntos mientras volví a sonrojar.
- No, en realidad tengo el auto del otro lado del bosque. Obviamente no podría dejarlo a la vista del todo el mundo, no tendría mucho sentido. – largó una carcajada – no te rías vas a hacer que me muera de vergüenza, no hablemos más del tema por favor.
- No te preocupes – me dijo sin quitar su sonrisa – no hablaremos del tema, no por el momento. De todos modos te voy a llevar, no vas a poder manejar con esa herida.
- ¿Pero que hago con mi auto?
- Yo te lo llevo más tarde, le pido a mi hermano que vaya al lado conmigo para que luego vuelva a buscarme.
- ¿Tu hermano?
- Si, tengo una familia un poco grande. Otro día hablamos de eso, ahora tienes que ir a tu casa a descansar.
- Solo me lastimaron el brazo, no estoy cansada. A parte no quiero molestar a nadie más, ni quiero que me rompan el otro brazo. – no pareció causarle gracia, se sentía muy culpable por lo que había pasado.
- Por favor. Déjame llevarte, es lo menos que puedo hacer. – me miró con esos ojos tan hermoso, ¿cómo podía decirle que no? Asentí y marchamos rumbo a su auto que se encontraba enfrente de la casa, no me había soltado la mano ni un solo segundo. Subimos y empezó a conducir, conducía muy despacio, como si yo necesitara eso, me miraba dos por tres, a mi y a mi brazo para asegurarse de que seguíamos vivos.
Estábamos muy callados, ambos mirábamos hacia delante concentrados en el camino, por lo menos yo pretendía concentración. Estaba pensando acerca de lo que había pasado en aquella casa, era tan extraño.
Una mueca de dolor hizo espantar a Nahuel que me miró preocupado.
- Alma ¿estás bien?
- Si, solo me dio una pequeña puntada. Nada malo, normal supongo. - suspiró
- Disculpa de verdad, voy a hablar con ella, se pasó de cualquier límite – paró el coche, y deduje que habíamos llegado.
- Gracias por traerme. Adiós. – me miró confuso, como esperando algo más de mi. - ¿qué pasa?
- Te estás escapando. No quiero que lo hagas como lo hiciste hoy, sabes muy bien lo que dije y sabes muy bien lo que siento por ti. No puedes escaparte y dejarme con la palabra en la boca, y con un nudo en la garganta. Dime algo lo que sea, para bien o para mal. – bajé la cabeza, ¿qué podría decirle?, me daba timidez decirle que yo sentía lo mismo por más que quisiera. Mi orgullo no me dejaba. Gracias a dios una voz se escuchó. Miré para desear enseguida volver a aquel momento incómodo, era Manuel.
- ¿Alma? – caminaba hacia mi rápidamente, con el seño fruncido. Llegó hasta el auto y me abrió la puerta, me tomó de la mano para bajarme y la cerró con fuerza. No miró a Nahuel ni una sola vez, era algo típico, o mataba con la mirada o pretendía que no existía cuando se trataba de algún chico aunque fueran mis habituales amigos. Ni siquiera notó la gasa que cubría mi herida.
- Estoy bien, tranquilízate. ¿Qué es lo que te pasa?
- ¿No leíste mi nota? - negué con la cabeza, me miró sorprendido, yo siempre leía sus notas por más disgustada o apurada que estuviera.
- ¿Me lo estás diciendo para escaparte del lío? – lo miré con odio
- No, de verdad no lo leí – dije entre dientes para que no escuchara Nahuel ya que la ventana estaba abierta, y el brazo me volvió a dar una puntada.
- Bueno señorita, vamos a tener una extensa charla . – prácticamente me empujó hacia la puerta. Voltee hacia Nahuel pero ya no estaba ahí. No fui capas de escuchar cuando se fue, tenía parloteando a mi lado a Manuel todo el tiempo. Estaba enfadada otra vez, nunca me enfadaba.
- Déjame en paz, ¿eres muy mal educado sabes? No fuiste capaz de saludar a mi amigo, que clase de educación entendiste de mamá, me parece que ninguna.- bufé
- No estoy para esas cosas ahora, otra persona ha sido asesinada y no pienso dejarte por las calles así como así, eso fue lo que te puse en el papel. Te dije que no salieras a ningún lado porque el padre de
Daniel murió asesinado por alguien. – mis ojos se hicieron más grandes, creí que se saldrían de su lugar.
- ¿Qué? ¿El padre de Daniel? ¿Cómo puede ser posible?
- Te estuve llamando Alma, esa maldita manía de dejar las cosas en el auto. Hablando de eso ¿dónde esta tu auto?

- Después te cuento, ahora dime que fue lo que pasó.
- No sabemos, vengo de su casa pero quería estar solo, estaban haciendo un par de interrogatorios, me lo hicieron a mi también por conocerlo y no se que más, pero yo no tenía nada para decirle. Estamos todos muy preocupados y tristes, decidimos hacer una especie de grupo para cuidarnos entre si y encontrar a ese maldito que esta haciendo todo esto. Y no quiero que salgas a ningún lado mientras tanto.

- ¿De qué estás hablando? Yo tengo facultad, no me puedo quedar tampoco atrapada en mi casa todo el día, no voy a ser una paranoica.

- Háceme caso por favor, por lo menos en los horarios que no tenés nada para hacer, y avísame cuando lo hagas, o no vayas sola, solo eso te pido.

- Está bien. subí las escaleras para irme a acostar un rato, estaba cansada después de un día como este y por haberme despertado tan temprano.

"No podía hacerme la rebelde en un caso así, no estábamos hablando de un simple capricho, una persona había muerto, o quizás dos y nadie sabía quién era el culpable. En un pueblo así es alguien que nos conoce, o quizás podría ser alguien nuevo... NUEVO!" – me dije e inevitablemente abrí los ojos con preocupación, "¿alguien nuevo? No, no, no, no podía ser alguien nuevo de la familia de Nahuel. ¿En qué me estaba metiendo? ¿No será alguna clase de asesino?, las cosas si podrían enganchar en su lugar con todo lo que había pasado entre los dos hasta ahora" No, no, no podía pensar así de él, o ¿si?, yo no lo conocía, no tenía porque saber lo que era. ¿Y ya estaba enamorado de mi?, ¿no me querría engatusar? Mejor me alejaba de él, no podía estar metiéndome en esas cosas tan peligrosas, había entrado a una casa, me había metido en un armario y alguien me había apretado un brazo tan fuerte que me hizo sangrar. Esas cosas no podían pasarle a todo el mundo, ni tampoco alguien podía tratarme como él cuando nos conocíamos hace tan poco. Lo mejor era no verlo más, podría reconsiderar la idea de irme con Gaby. No era tan mala; todavía tenía algunas horas para poder decidirme. Me quedé un rato pensando, cuando ya sentía que iba a explotar, me levanté, fui al baño, me bañe y me quede mirando al espejo un par de minutos; bajé y no había nadie. Esta vez si leí la nota de mi hermano que decía:

“Alma, voy a juntarme con el grupo del que te hablé, no salgas si te llegas a despertar y si es así a pesar de todo, por favor llámame. Te amo. Besos”.

¿Te amo?, tenía que estar verdaderamente preocupado para decirme algo así, de todas maneras no tenía pensado salir. Pasó una hora, mientras yo me había sentado a leer unos textos para la facultad sonó el timbre, me asusté y pegué un salto. Fui hasta la puerta y miré por el agujero, mis ojos se abrieron, era Nahuel. Me había olvidado que el sabía donde vivía. No hablé, ni siquiera me moví. - Alma, se que estás ahí dentro, por favor abrime, solo quiero hablar con vos te lo pido por favor tocó dos veces más el timbre. "No podía hacerle esto, no era malo, yo sentía que no lo era", me dije a mi misma, mientras sentía un gran silencio, de todas maneras yo sabía que no se había ido. Abrí, mientras daba vuelta la llave despacio para que no se diera cuenta de que lo estaba haciendo, me arrepentí dos veces, pero de todas maneras abrí. Estaba sentado en el escalón con la cabeza entre las piernas y con las manos en la frente. Se paró rápidamente, cuando se dio cuenta de que yo estaba ahí detrás de él. . - Alma. Necesito hablar urgente contigo. – se acercó rápidamente a mi. - ¿Para qué? - a pesar de su hermosa y tranquilizadora vos. Estaba asustada, paranoica. Lo alejé de mí. - ¿Pasa algo malo? – dijo confuso - Es que es todo muy raro esto que esta pasando contigo, y no me da muy buen espina sinceramente. - No desconfíes de mi, yo quería hablar contigo, por algún tipo de impulso necesito saber de vos. No soy un loco obsesivo. Fue por eso que te busqué, quería aclararte muchas cosas que hacen que vos no confíes en mi, y que pienses erróneamente. Hablé con Lara, le dejé muy claro que no te podía hacer más daño, enfureció, pero no importa, no es peligrosa. Quiero aclararte todo, quiero que sepas todo de mí, necesito que lo sepas. – no podía meterme en esta, me había prometido a mi misma que no. Le había prometido a mi hermano que no saldría, no podía meterme en estos tipos de bailes ahora. Por más que estuviera pensando en el prácticamente más de lo que me gustaría, tampoco podía dejarme llevar así, era peligroso. - No puedo, le prometí a mi hermano que no saldría y me quedaría con él hoy, esta aquí dentro, no quiero meterme en problemas no le iba a decir que estaba sola, estaba realmente paranoica – a parte estoy haciendo los bolsos. - ¡¡¡Bolsos!!!prácticamente lo gritó, sus ojos se pusieron en blanco - ¿a dónde te vas? ¿De qué estas hablando?

- Me voy a EEUU.

CAPITULO XVI: ¿FANTASIA?

Me costó unos minutos saber en donde estaba y hacia donde tenía que ir. Visualicé la escalera, mi cabeza se dio vuelta para saber si Nahuel había visto mi patética búsqueda de la salida. Pero en vez de eso me encontré a la pelirroja que me miraba con odio. Me estremecí, ella caminó hacia mí lentamente, puso una sonrisa de odio en su boca y llegó hasta donde estaba yo.
- Hola – me dijo sin quitar la sonrisa perversa de su cara. No emití palabra, estaba aterrada ante esos ojos llenos de rencor hacia mi persona.
- Que poco respeto, ¿no me vas a saludar? Estas en mi casa, no se quien eres y ni me saludas.
- Hoo-ola – tartamudeé.
- No vas a lograr quitarme a Nahuel. Vas a tener una pelea muy dura por estar con él. – sonaba egocéntrica a morir. Subió demasiado el tono y era grosera. Esta vez mi timidez se fue, mi miedo se desvaneció.
- Yo no voy a tener ninguna pelea contigo ni con nadie, no voy a dejar que nadie me hable así, ni me intimide, el va a estar con quién quiera te guste o no. – pareció no sorprenderse, ni siquiera quitó su cara de petulante. Yo estaba muriendo de rabia por no causarle el más mínimo efecto.
- ¡Opa!, la pequeña terminó siendo toda una valiente. – rió con más fuerza.
- No me interesa lo que pienses. – me di media vuelta furiosa como una niña y me fui. Pero ella me agarró de un brazo con tal brutalidad y fuerza que si no la hubiera visto, podría haber jurado que era el campeón mundial en fuerza bruta. Me giró con gran rapidez y me puso cara a cara con ella. Me sentí en una mezcla de susto y sorpresa, me retorcí por el dolor de mi brazo e hice una mueca.
- Mira chiquita, la cosa es así. No estas hablando con cualquier guachita de por ahí, yo que vos me tendría miedo, me alejaría bastante de la casa y de Nahuel. No te hagas la graciosa ni la valiente conmigo, no estás yendo por el buen camino – su rostro estaba lleno de ira, no podía entender como alguien tan bello con una inocencia en su mirada, podría comportarse de esa manera conmigo. Me enfurecí, me negué a que me tratara así, yo no era de esas que se dejan maltratar por cualquiera, al contrario siempre impuse mi respeto. Nunca me gustó llegar a la violencia, pero tampoco me iba a dejar pisotear. Intenté sacar el brazo de una, pero era tan fuerte la pelirroja que no pude soltarme, eso hice dos o tres veces sin quitarle la vista de encima, al igual que ella a mi.
- Me das pena – dijo con la misma cara y me soltó, moví el brazo con fuerza para atrás, me tomé el brazo que estaba todo rojo en signo de protegerlo, no pasó mas de 20 segundos antes de que midiera fuerza y le diera un puñetazo en su rostro, aquel se dio vuelta y se quedó allí, yo estaba expectante a que se volviera a mirarme, esperaba un golpe más fuerte todavía. Pero estaba preparada para la golpiza a pesar de que no me gustara y hacía un minuto le había dicho que no me pelearía con nadie. Volví a sorprenderme cuando empezó a carcajear, parecía que se iba a ahogar. La miré enojada y frunciendo el seño, estaba cada vez más furiosa. Le acababa de dar una golpiza y solo reía sarcástica como si le hubiera hecho un poco de cosquillas. Ella seguía con la cabeza dada vuelta, de pronto me miró con una sonrisa y de repente puso una cara aún más de odio. Ahora si, me iba a comer viva.
- ¡LARA! – gritó Nahuel, me suavice y volví a respirar un poco más. – ¿qué rayos estás haciendo? – ella lo miró y le largó una sonrisita burlona.
- ¿No ves?, estoy poniendo en su lugar a la chiquilla, resultó ser más valiente de lo que creía a pesar de que no tiene ni un poco de fuerza. – Nahuel se acercó hacia mí y se puso entre los dos, sus facciones ya no eran tan bellas, estaba como un león a punto de atacar. Ella no se inmutó, seguía allí sonriendo como si nada le importara.
- No la vuelvas a tocar, si le pones otra vez una mano encima yo mismo te mataré con mis propias manos ¿lo entendiste?
- Simplemente le tomé el brazo, no tengo la culpa de que sea una niñita sensible, – se reía mientras se daba vuelta y se iba por donde había venido. Nahuel la contempló enojado hasta que la perdimos de vista al introducirse en uno de los cuartos, a penas se escuchó el sonido de la puerta y el me miró preocupado.
- ¿Estás bien Alma?, te hizo algo – negué con la cabeza. Claramente mentía. Me miró el brazo que volví a proteger con una de mis manos. - muéstrame
- Estoy bien
- Muéstrame – repitió esta vez sin la voz amable. Destapé mi brazo, no quise voltear de seguro ya se me había formado un moretón con la piel tan estúpidamente sensible que tenía. – ¡Alma! – se escandalizó – estas sangrando – lo miré sorprendida. ¿Sangrando?, ¿cómo que sangrando?, sino me cortó, solo me agarró. No podía tener tanta fuerza esa mujer, me había apretado hasta el punto de hacerme sangrar. – ven vamos al baño que te voy a curar. – me tomó de la mano y me llevó con cuidado hacia otro de los cuartos por donde yo había pasado, el baño era celeste con tonos de blanco en algunos lados, tenía un jacussi como para cuatro. Todos los accesorios comunes de un baño, el lavamanos era enorme de marfil con un espejo que llegaba de punta a punta, el cuarto era tan grande como mi cuarto. Podía vivir perfectamente en él. Nahuel tomó una caja blanca de uno de los cajones del armario que se encontraban a un costado del lavamanos, claramente era un botiquín de primeros auxilios al ver la cruz roja encima de ella. Sacó algunas cosas para curarme, tomó gasa, una tijerita, algodón, cinta.
Me miró y sonrió en modo de tranquilizarme, obviamente funcionó, le devolví la sonrisa, luego recortó un largo trazo de gasa y lo colocó tiernamente sobre mi herida, sin que me doliera y le agregó la cinta para sostenerla. . Al acabar de curarme me besó en donde se encontraba la herida y luego la frente.
- Finito. – me dedicó una guiñada – disculpa lo que te hizo Lara, sinceramente tendría que matarla, te lastimó demasiado.
- No te preocupes, tú no tienes la culpa.
- Claro que la tengo, por mi te hizo eso. – bajó la cabeza en señal de tristeza y arrepentimiento. – de verdad, esto lo va a saber mi padre no te preocupes, la va a castigar como nunca en su vida. No concibo que clase de pensamiento se le pasaba por la cabeza para hacer algo así.
- Todo esta bien, de verdad. Ella lo que quiere es que flaquee y no pretendo hacerlo. – me lanzó otra sonrisa.
- Si que eres valiente, en eso tenía razón Lara. - volvió a sonreír, yo también, pero lo hice de una manera orgullosa por poder no mostrar abatimiento ante la pelirroja.
- Ahora si me voy. – esta vez me acompaño a la puerta no quise decirle que no, no quería encontrarme otra vez con aquella pelirroja ni con nadie más, mi idea era salir viva o por lo menos caminando erguida de ese lugar. Guardó las cosas del botiquín y lo puso de nuevo en el armario. Me tomó de la mano otra vez, me sonrojé, pero a el no se le movió ni una médula, parecía como si lo hiciera desde hace años a eso, tan natural para él que me hizo esbozar una sonrisa por lo bajo para que no se diera cuenta. Fuimos caminando en silencio hasta la puerta.

CAPITULO XIV: QUERIENDO HUIR II

Seguía mirándolo atenta, ante mi falta de respuesta, se levantó y caminó hacia el armario. No podía dejar de mirarlo, volví a temblar y a sudar mientras daba cada paso, mi corazón se aceleró y si había algún indicio de que realmente no me estuviera llamando a mí, ni que me hubiera descubierto, era pura ilusión, el sonido de mi corazón era muy ruidoso.
Se paró frente al armario, tendió las manos y pasó lo inevitable, abrió la puerta, agradecí que lo hiciera lentamente así me daría unos segundos para respirar despacio. En un momento estábamos ahí mirándonos a los ojos, yo asustada y el preocupado.
- ¿Qué haces aquí? – lo dijo como si estuviera indignado. No le sacaba la vista de encima, pero tampoco emitía palabra. Ya no estaba tan nerviosa, sus ojos eran calmantes para mí. De todas maneras, era conciente de que estaba metida en un lío, en un gran lío. No tenía ni idea de cómo explicarle el porque estaba ahí. Me tendió su mano, yo la tomé con dudas y me sacó amablemente del armario. Se dió vuelta sin soltarme la mano y me llevó silenciosamente hacia su cama, me hizo sentarme y se sentó a mi lado. Me miró a los ojos, puso una sonrisa tranquilizadora y me acarició el rostro. Mi corazón volvió a palpitar rápidamente, era ridículo, no podía sentirme de esta forma junto a él.
- Disculpa que insista. Pero ¿por qué estabas en mi armario?- volvió a sonreí con esa sonrisa pícara y tranquilizadora. Me sonrojé hasta los huesos.
- No intentaba robar, no se en realidad lo que hacía, es que... quería saber algo sobre ti y entonces... – balbuceé, era peor que una niña que estaba aprendiendo a hablar.
- ¿Querías saber quién era yo, por que era tan extraño, por que mi familia te miraba de ese modo el otro día, etc, etc.? ¿Información que no podrías encontrar en otro lado quizá? – no me dejaba de sorprender, no podía haberlo explicado mejor. Me limité a asentir y bajar la cabeza. Con sus manos me subió el rostro para que lo volviera a mirar. – esta bien, te perdono, no voy a llamar a la policía ni acusarte de nada, se que me comporté raro. Pero tú eres verdaderamente una chica más rara, cualquier otra persona se alejaría de mí luego de algunos actos como los que yo hice, pero tu me quisiste vigilar e intentar saber más de mi. Me enteré de que viniste preocupada a verme para saber si estaba bien por la información que pasaron en la radio. – me sorprendía lo ilimitado de mi sonrojo. Cada vez me sentía más caliente, me asustaba la idea de sufrir una convulsión espontánea. – No quiero que te preocupes por mí. No quiero que te metas en esta clase de locuras por mi culpa.
Estaba escuchando, pero no prestaba atención, no podía quitar la mirada de sus ojos, estaba preocupada por ello, nadie normal puede mantener tanto tiempo una mirada sin antes bajar la cabeza dos o tres veces, o mirar para otro lado, pero yo estaba allí perdiéndome en sus ojos sin poder concentrarme en nada más, intentaba averiguar de que color eran. Todavía no podía descubrirlo.
- Alma, ¿me estás escuchando?
- Si, si si. – volví a la realidad, puse mala cara, era tan feliz dentro de esos ojos.
- ¿Escuchaste todo lo que hable con Lara verdad? – asentí nerviosa. – ¿entonces tendrás preguntas para hacerme? – volví a asentir, esta vez un poco más segura.
- Te escucho entonces. – respire profundamente. ¿Por donde podría empezar? - ¿quién es esa muchacha?
- Ella vive con nosotros, es una protegida de mi padre. Sus padres murieron hace muchos años y desde entonces vive con nosotros.
- ¿Y es como tu hermana?
- No, a penas la puedo soportar en esta casa.
- ¿Entonces por qué esta tan celosa de esa muchacha que tanto querés? – sus ojos se abrieron y me miró confuso. – bueno, ella siempre estuvo enamorada de mi, yo nunca quise saber nada de ella, nunca me deja tranquilo. Con ella por los alrededores nunca tengo paz.
- ¿Es por ella que te fuiste tan rápido el otro día y que me sacaste de la manera que me sacaste cuando vine hasta aquí?
- Exactamente.
- ¿Pero porque la otra persona me miró mal también? ¿Hay algo malo conmigo? – largó una carcajada
- Hay algo malo contigo si, estás sumamente desquiciada. – me sonrojé -Ese era mi padre, él siempre quiso que yo estuviera con Lara, pero obviamente nunca lo consentí y cualquier chica que no sea ella para el es horroroso.
- ¿Y ella por qué es tan egocéntrica? nos llamó mortales ilusos y no se que otras cosas más. – largó otra risita, mientras yo no entendía porque.
- Si, ella es así. No le prestes ninguna atención, no vale la pena.
- Ok! Pero... ¿de quien era la chica de que estaban hablando? – otra vez bajé la cabeza, intentando que no viera lo manzana que estaba quedando.
- ¿No lo sabes? – lo miré extrañada y negué con la cabeza. – eres tú.
Me puse de todos los colores, no me lo podía creer, estaba hablando de mí. Estaba enamorado de mí, estaba teniendo las mismas sensaciones que yo y quería protegerme.
- ¿Yo? – sonrió emocionado y pícaro
- Claro que eres tú, ¿quién más podría ser?
- Todas menos yo. No entiendo ese amor por mí
- Pero tendría que haber sido obvio para ti, después de que fui a verte, que te dije lo que te dije, que tuvimos una cita, un poco de autoestima Alma. Estoy loco por ti.
- Me tengo que ir – le dije, no sabía porque, pero no podía aguantar todo eso que me estaba diciendo. Me había asustado su extrema sinceridad. Me miró extrañado.
- ¿Justo ahora te quieres ir? Viniste hasta aquí, subiste por algún lado peligroso, te podrías haber matado porque por la puerta imposible que hayas entrado sin que nadie te viera. Te metiste en mi armario, ¿y tienes miedo de lo que te estoy diciendo? Mi teoría acerca de tu extrañes es cierta. – volvió a sonreí. – eres un encanto.
- Tengo que irme
- Está bien te acompaño hasta la puerta.
- No, no yo voy.
- ¿No te piensas tirar por una ventana verdad? – sin quitar su sonrisa irónica de su rostro. No pude soportarlo y me reí con él. Pero me abalancé a la puerta y me fui rumbo a las escaleras.