jueves, 4 de noviembre de 2010

CAPITULO XVIII: AUN MAS

En frente mío había una persona que no conocía. Era tan hermoso como Nahuel. Pero este era rubio, con ojos claramente verdes, me dio una sonrisa despreocupada cuando lo miré.
Di un salto tal que quedé sentada en la cama mirándolo buscando a Nahuel.
- El no está – me dijo sabiendo lo que buscaba. Su voz era gruesa y varonil. - ¿Dónde está? – pregunté tímidamente - Fue a hacer un trabajo ya viene no te preocupes, estás en buenas manos, no te voy a hacer daño. - Te creo – quería que me tragara la tierra en ese mismísimo instante. Me di vuelta hacia un costado de la cama, miré hacia abajo, vi unos zapatos a un costado, me miré los pies para comprobar que eran míos. Me los puse y me levanté. - Soy Rodrigo por cierto – extendió la mano, le devolví el salud. – Alma. - Lo se, Nahuel me habla mucho de vos ¿No querés saber lo que dice de ti? – negué, a pesar de que moría que me dijera que era lo que decía de mi. Pero era el hermano podía o dejarlo mal, o dejarlo demasiado bien, dudo que dijera las cosas exactas. Tampoco quería que notara aunque sea un poco de desesperación en mí. – esta bien, no diré nada entonces. – sonrió. - Me voy. Gracias por todo. - No, no te podés ir. - ¿Por qué? – era una pregunta tonta, primero que nada no tenía auto, segundo todavía no había caído de lo que había pasado en la laguna, seguía creyendo que era un sueño. Pero eso era otro punto. - Tu sabes porque. - ¡Hola! - otra persona entró, este era un hombre más grande, con características mas avejentadas, pero de todas maneras hermoso. Era aquel hombre que yo había visto junto a la pelirroja aquel día. No le respondí. - ¿Cómo te sientes? - Mejor, gracias. - Me alegro, estabas muy pálida. Soy Nicanor el padre de Nahuel. Tú debes ser claramente Alma. - Un gusto. Gracias por todo pero ya me estaba yendo. – hablé nerviosa mientra me caminaba a la puerta. Nicanor no me dejó pasar. - No te podés ir. - Si, ya lo oí antes. Pero necesito irme, tengo una casa y una familia a la que no le avisé que me iba, y debe de estar preocupada por mi. - Disculpa, pero le mandamos ya un mensaje desde tu celular a tu hermano avisándole que habías salido pero que te ibas a encontrar bajo techo y protegida. Nos respondió, nos costó bastante convencerlo pero al final cedió, le dijimos que te encontrabas con uno de tus amigos. - ¿Qué? – dije furiosa hasta los huesos - Discúlpanos, sabemos lo que pasó hoy en la laguna y no podíamos dejar que te fueras así como así, tenemos que tener una ardua charla contigo. Nos tomamos el atrevimiento de ir por tu celular al auto de tu casa, tu hermano no estaba así que tomamos las llaves de tu bolsillo, abrimos sacamos las llaves del auto y allí el celular. Dejamos todo tal cual, no te preocupes. Nos fijamos el nombre de tu hermano y por lo que nos contó Nahuel, el hermano que estaba aquí era Manuel. Y bueno. - No pueden hacer eso, no me importa lo que haya visto o no, a mi no me interesa, ni siquiera me creo lo que pasó. Me quiero ir a casa, yo no soy prisionera de nadie. – esquivé a Nicanor y fui hasta la puerta, la abrí y cerré de un golpe. Intenté recordar en donde estaba la escalera para ir hacia la puerta, en ese instante entró Nahuel. - Alma, ¿a dónde vas? No te... - No me puedo ir. Lo se, lo se. Ya me lo dijeron, pero no pienso quedarme acá como una prisionera, me voy a ir ahora mismo y nadie me va a detener ni siquiera vos. – me encaminé hacia la puerta, y el se puso enfrente de mi. – déjame pasar Nahuel. - De verdad no te puedes ir, es peligroso. Te metí en un lío, discúlpame.

- ¿De que rayos estas hablando?

- Al saber lo que soy, es complicado todo ahora. Es peligroso para vos. - jamás había imaginado que algo así me pasara, más que en las mil y un novelas acerca de fantasías, no pasaba. Ahora estaba viviéndolo por mi misma. Siempre desee vivir un cuento de hadas o algo que me llenara de magia la vida, pero ahora que estaba en una historia así, quería escapar. – no podías saber que era quien era, tendrías que haberlo sabido por ti misma o de otro como yo. Nunca de mi, pero no me aguanté, fui un egoísta y no me aguanté.- me agarré el rostro y me largué a llorar, esto era verdad, no estaba drogada, ni nada por el estilo. De verdad tenía un ángel frente de mi, un ángel que era mi ángel, un ángel que se había enamorado de mi, y yo de él. Me abrazó, puso su cabeza en la mía y me apretó fuerte, estaba aterrada, triste y perdida. Me tomó de la mano y me dejé llevar, fuimos hacia aquel salón enorme en el que había estado aquella primera vez. Había mucha gente, demasiada para mi, no estaba preparada para esto, ni siquiera un alerta me dieron. Intenté escapar yéndome hacia atrás de a poco, pero la mano de Nahuel me sostuvo fuerte y no me dejó ir. Había dos lugares en el sillón, sin dudarlo nuestros lugares. Nos sentamos, y todos nos quedaron mirando, nadie largaba ni una sola palabra. Los ojos se centraron durante minutos en nosotros, pero me daba la impresión de que alguien faltaba allí. Miré para un costado y no estaba Nicanor. Seguimos esperando unos minutos más, mientras Nahuel estaba profundamente serio, mientras me tomaba la mano con mucho cuidado y amor, como protegiéndome. Todos miraron automáticamente hacia una de las entradas del salón, la contraria a la que yo conocía. Yo miré también, pero más tarde, un poco con temor. No sabía lo que me esperaba, ya no sabía nada. Ahora todos empezaron a murmurar en demasía, tanto que creí que me mareaba otra vez. - Calma, mantengamos la calma señores y señoras. La cosa no es tan grave, no tienen porque alarmarse.- dijo Nicanor. - Claro que si, este tonto niñito hizo una estupidez. – dijo un señor enorme, peludo, con facciones nada apetecibles para la mirada. Sus ojos eran negros, estaba rabioso. - No podemos hacer nada nosotros. - ¿De qué hablas?, porque sea uno de tus hijos no quiere decir que no hagamos lo mismo que a los demás.- volvió a decir el mismo hombre. - Esta vez es diferente. El no le contó solo por capricho, ni por maldad, ni por orgullo, ni sin querer. El le contó porque esta enamorado de ella. El esta arraigado a esta chica, están conectados. – nada de eso me sonaba familiar, yo seguía en mi mundito cerrado de dos por dos. A pesar de mi caída de a momentos, la gran mayoría del tiempo estaba sumergida en mi realidad, en la realidad que tenía hasta hace horas atrás. Volvió el murmullo, ahora más fuerte y preocupado, no podía escuchar nada, no quería desmayarme. Nahuel vio eso y me miró. - Todo va a estar bien, nada pueden hacer ellos sobre vos. Estas bajo mi protección. - susurrando - ¿Eso que quiere decir? manteniendo su mismo tono - Nadie de nuestro lado puede hacerte daño, ni tocarte, ni pensarte mal, ahora eres totalmente protegida mía, pase lo que pase, hagas lo que hagas, siempre vas a estar en mi protección. Cada ángel que esta a cargo de una persona, la protege hasta que ella se vuelve a encaminar o no quiere más la protección inconscientemente; se da como una de esas personas especiales que pasan en tu vida y luego se van, a pesar de eso quedas marcado para siempre. Es muy común, solo que la gente normal nunca lo sabe, nunca se entera, y a veces ni siquiera se dan cuenta cuando lo ayudaron, lo ve como una persona que pasó por su vida y así la recuerda. Rara vez se llegan a enteran. Pero cuando alguien se enamora, hace automáticamente una marca en esa persona y queda protegida por siempre.

- ¿Y si yo no quiero la protección? – me miró confuso y agachó la cabeza.

- Si no quieres la protección, yo me iré de tu vista, pero nunca te dejaré sola. Siempre estaré a tu lado.

- De todos modos era una curiosidad, no pretendo dejarte ir. – me volvió a mirar y sonrió fuertemente. Parecía como si fuéramos los únicos en el salón. Nicanor volvió a hablar y todos miraron otra vez automáticamente, inclusive nosotros que estábamos metidos en nuestra burbuja en ese momento.

- Ahora ya saben a lo que nos enfrentamos.

- ¿Y qué vamos a hacer? ¿Cómo la vamos a proteger?

- Como todas las otras veces, vamos a pelear hasta que la dejen en paz.

CAPITULO XVIII: ¿FANTASIA?

- ¿Pero como no me dijiste antes?, ¿por que te vas?, ¿con quien te vas? - Me voy con Gabriel a vivir allá. – hubo un silencio profundo, ni siquiera respiración se oía. Sus ojos se llenaron de lágrimas, me abrazó. Me sorprendí, me quedé con las manos en el aire y lo fui abrazando lentamente, luego se apartó un milímetro, se puso a mi altura y lo tenía tan cerca que sentía la calidez de su aliento en mi boca, cada vez entendía menos ese amor por mi y todo lo que yo estaba sintiendo por él. . - Discúlpame que este así, que me ponga así y te haga pasar por esto. Pero yo se que tu sientes lo mismo por mi, lo presiento. No me dejes solo. Te necesito – lo separé de mi lado, con el seño fruncido como muestra de incredulidad. – Ven conmigo – me quedé observándolo, di media vuelta, cerré la puerta de mi casa, al voltearme nuevamente, sonrió satisfecho, me tomó de la mano y me llevó hacia el auto. Me hizo subir amablemente, yo estaba realmente loca, había pasado todos los límites. Estaba paranoica hasta hace no menos de unos minutos, le había prometido a mi hermano de que no saldría y de repente, me estaba subiendo con aquel hermoso extraño a su auto rumbo a algún lugar que no sabía. Ahora si que había llegado al borde de la locura. Nos pusimos el cinturón, prendió el motor y la camioneta empezó a rodar. No hablamos en todo el viaje, me estaba llevando a su casa por lo que parecía, era el mismo camino por lo menos. - ¿Por qué me llevas a tu casa? - No lo hago.- Lo miré extrañada y preocupada. No paró en su casa, tal como había dicho, siguió y fuimos al mismo lugar donde había estado antes con Gaby, y donde luego vino él. Paramos, nos bajamos y me quedé allí mirándolo mientras se adentraba en el bosque negro. – No tengas miedo, ven – se dio vuelta y me miró mientras subía la mano para que tuviera confianza y fuera con él. Su rostro igual de amable que la primera vez que lo vi. Caminé hacia el sin miedo y tomé su mano. Nos introducimos en el bosque, me soltó la mano y se sentó en la orilla de la laguna. Me senté junto él. Nos quedamos en silencio mientras esperaba que él me dijera que estábamos haciendo allí y porque estaba tan desesperado porque yo no me fuera. - No te asustes, te voy a mostrar algo que quiero que veas, no se como irás a reaccionar, solo recuerda que no te voy a hacer ningún daño. Te lo prometo.- Se levantó se puso de espalda a mi, de frente a la luna la cual estaba casi llena, y media baja. Temblé, no sabía que iba a suceder, por lo menos lo que hiciera era lejos de mí. Siguió mirando hacia delante, mientras yo miraba como su cuerpo se hundía en la luz de la luna, tan hermoso. – no te asustes. - ¿Por qué lo repetía tanto? Me asustaba más. – Pase lo que pase no te muevas de ahí, no quiero que te acerques – esto era muy raro, pero sin embargo no tenía miedo. Se quitó la remera y empezó a moverse como si estuviera teniendo convulsiones, me quise parar para ayudarlo pero recordé lo que me dijo y me quedé sentada tal cual estaba. Se inclinó hacia delante un par de veces, yo estaba allí mirándolo, preocupada, ansiosa y curiosa. ¿Me tendría que levantar? Luego se puso extremadamente derecho y miró hacia arriba, me hizo recordar a Leeloo en la película Quinto Elemento cuando le sale la luz de la boca para poder romper en mil pedazos al meteoríto que viene a destruir la tierra gracias al amor. Susurró algo que no pude escuchar, su espalda empezó a moverse por si sola, esta vez si me asusté, pegué un salto levantándome y me moví un paso hacia atrás. El seguía allí parado muy recto, algo parecido a dos pelotas se movían de un lado para el otro en su espalda. Estaba totalmente espantada, quería correr, pero algo me decía que no estaba en peligro, el me lo había prometido, no me iba a hacer daño. Largó un grito de dolor y algo salió rápidamente de uno de esos huevos, y enseguida salió lo mismo del otro. Mis ojos se abrieron como nunca, eran dos alas, dos alas blancas, hermosas, que a la luz de la luna eran aún más bellas. Calló al suelo de rodillas, agitado y cansado, intenté correr, pero él se dió cuenta y me paró con la mano. Luego se puso de pie, se dio vuelta y me miró. Sus ojos estaban llorosos, su cara rojiza y sus alas gigantes aún abiertas de par en par. No quería correr, estaba extrañamente segura allí donde estaba a pesar de todo. Me quedé inmóvil observándolo a él y a sus alas, una y otra vez, se acercó hacia mí muy despacio con miedo de que yo reaccionara y corriera, pero yo estaba allí todavía. Me acercó la mano para que la tomara en signo de paz, yo no me moví, estaba muy cerca de mí. Levantó esta vez las manos para tomarme el rostro, pero reaccioné, di un paso hacia atrás, me largué a llorar, el se quedó donde estaba. Pasaron unos minutos y me fui acercando a él. - ¿Quién eres? – fui yo quién le tomó el rostro y lo miró a los ojos esta vez. - Tú lo sabes. - Esto no puede ser, es imposible. – le quité las manos de encima, volví a dar el paso hacia atrás, esto no podía estar pasando, no era real. Moví la cabeza de un lado hacia para despertarme de ese sueño, pero nada pasó. - Alma, es verdad. Yo se que es muy duro y casi imposible de entender o creer, pero es verdad. Soy lo que crees. Y soy tuyo. - ¿De qué hablas? ¿Mío? – lo volví a mirar, seguía con sus alas allí pero no las tenía abiertas, las tenía semi-cerradas y su rostro era muy triste. Pero aliviado de alguna manera. - Vine por ti. – cerré los ojos. – estoy aquí para cuidarte – largué una carcajada, no estaba creyendo lo que me decía, no paraba de reírme. Estaba totalmente fuera de mí, debería de estar enloqueciendo. Mi fantasía e imaginación me estaban jugando una tremenda mala pasada, y me sumergí en una inconciencia profunda, solo sentí la caída, luego de eso no recuerdo más nada; solo cuando me desperté y estaba otra vez en el cuarto aquel lleno de colores.

lunes, 11 de octubre de 2010

CAPITULO XVII: PATADA

- ¿Te llevo hasta tu casa quieres? Veo que no trajiste el auto, estás tan loca que viniste caminando todo eso para meterte en mi casa o solo pasabas por el barrio y decidiste visitarme – reímos juntos mientras volví a sonrojar.
- No, en realidad tengo el auto del otro lado del bosque. Obviamente no podría dejarlo a la vista del todo el mundo, no tendría mucho sentido. – largó una carcajada – no te rías vas a hacer que me muera de vergüenza, no hablemos más del tema por favor.
- No te preocupes – me dijo sin quitar su sonrisa – no hablaremos del tema, no por el momento. De todos modos te voy a llevar, no vas a poder manejar con esa herida.
- ¿Pero que hago con mi auto?
- Yo te lo llevo más tarde, le pido a mi hermano que vaya al lado conmigo para que luego vuelva a buscarme.
- ¿Tu hermano?
- Si, tengo una familia un poco grande. Otro día hablamos de eso, ahora tienes que ir a tu casa a descansar.
- Solo me lastimaron el brazo, no estoy cansada. A parte no quiero molestar a nadie más, ni quiero que me rompan el otro brazo. – no pareció causarle gracia, se sentía muy culpable por lo que había pasado.
- Por favor. Déjame llevarte, es lo menos que puedo hacer. – me miró con esos ojos tan hermoso, ¿cómo podía decirle que no? Asentí y marchamos rumbo a su auto que se encontraba enfrente de la casa, no me había soltado la mano ni un solo segundo. Subimos y empezó a conducir, conducía muy despacio, como si yo necesitara eso, me miraba dos por tres, a mi y a mi brazo para asegurarse de que seguíamos vivos.
Estábamos muy callados, ambos mirábamos hacia delante concentrados en el camino, por lo menos yo pretendía concentración. Estaba pensando acerca de lo que había pasado en aquella casa, era tan extraño.
Una mueca de dolor hizo espantar a Nahuel que me miró preocupado.
- Alma ¿estás bien?
- Si, solo me dio una pequeña puntada. Nada malo, normal supongo. - suspiró
- Disculpa de verdad, voy a hablar con ella, se pasó de cualquier límite – paró el coche, y deduje que habíamos llegado.
- Gracias por traerme. Adiós. – me miró confuso, como esperando algo más de mi. - ¿qué pasa?
- Te estás escapando. No quiero que lo hagas como lo hiciste hoy, sabes muy bien lo que dije y sabes muy bien lo que siento por ti. No puedes escaparte y dejarme con la palabra en la boca, y con un nudo en la garganta. Dime algo lo que sea, para bien o para mal. – bajé la cabeza, ¿qué podría decirle?, me daba timidez decirle que yo sentía lo mismo por más que quisiera. Mi orgullo no me dejaba. Gracias a dios una voz se escuchó. Miré para desear enseguida volver a aquel momento incómodo, era Manuel.
- ¿Alma? – caminaba hacia mi rápidamente, con el seño fruncido. Llegó hasta el auto y me abrió la puerta, me tomó de la mano para bajarme y la cerró con fuerza. No miró a Nahuel ni una sola vez, era algo típico, o mataba con la mirada o pretendía que no existía cuando se trataba de algún chico aunque fueran mis habituales amigos. Ni siquiera notó la gasa que cubría mi herida.
- Estoy bien, tranquilízate. ¿Qué es lo que te pasa?
- ¿No leíste mi nota? - negué con la cabeza, me miró sorprendido, yo siempre leía sus notas por más disgustada o apurada que estuviera.
- ¿Me lo estás diciendo para escaparte del lío? – lo miré con odio
- No, de verdad no lo leí – dije entre dientes para que no escuchara Nahuel ya que la ventana estaba abierta, y el brazo me volvió a dar una puntada.
- Bueno señorita, vamos a tener una extensa charla . – prácticamente me empujó hacia la puerta. Voltee hacia Nahuel pero ya no estaba ahí. No fui capas de escuchar cuando se fue, tenía parloteando a mi lado a Manuel todo el tiempo. Estaba enfadada otra vez, nunca me enfadaba.
- Déjame en paz, ¿eres muy mal educado sabes? No fuiste capaz de saludar a mi amigo, que clase de educación entendiste de mamá, me parece que ninguna.- bufé
- No estoy para esas cosas ahora, otra persona ha sido asesinada y no pienso dejarte por las calles así como así, eso fue lo que te puse en el papel. Te dije que no salieras a ningún lado porque el padre de
Daniel murió asesinado por alguien. – mis ojos se hicieron más grandes, creí que se saldrían de su lugar.
- ¿Qué? ¿El padre de Daniel? ¿Cómo puede ser posible?
- Te estuve llamando Alma, esa maldita manía de dejar las cosas en el auto. Hablando de eso ¿dónde esta tu auto?

- Después te cuento, ahora dime que fue lo que pasó.
- No sabemos, vengo de su casa pero quería estar solo, estaban haciendo un par de interrogatorios, me lo hicieron a mi también por conocerlo y no se que más, pero yo no tenía nada para decirle. Estamos todos muy preocupados y tristes, decidimos hacer una especie de grupo para cuidarnos entre si y encontrar a ese maldito que esta haciendo todo esto. Y no quiero que salgas a ningún lado mientras tanto.

- ¿De qué estás hablando? Yo tengo facultad, no me puedo quedar tampoco atrapada en mi casa todo el día, no voy a ser una paranoica.

- Háceme caso por favor, por lo menos en los horarios que no tenés nada para hacer, y avísame cuando lo hagas, o no vayas sola, solo eso te pido.

- Está bien. subí las escaleras para irme a acostar un rato, estaba cansada después de un día como este y por haberme despertado tan temprano.

"No podía hacerme la rebelde en un caso así, no estábamos hablando de un simple capricho, una persona había muerto, o quizás dos y nadie sabía quién era el culpable. En un pueblo así es alguien que nos conoce, o quizás podría ser alguien nuevo... NUEVO!" – me dije e inevitablemente abrí los ojos con preocupación, "¿alguien nuevo? No, no, no, no podía ser alguien nuevo de la familia de Nahuel. ¿En qué me estaba metiendo? ¿No será alguna clase de asesino?, las cosas si podrían enganchar en su lugar con todo lo que había pasado entre los dos hasta ahora" No, no, no podía pensar así de él, o ¿si?, yo no lo conocía, no tenía porque saber lo que era. ¿Y ya estaba enamorado de mi?, ¿no me querría engatusar? Mejor me alejaba de él, no podía estar metiéndome en esas cosas tan peligrosas, había entrado a una casa, me había metido en un armario y alguien me había apretado un brazo tan fuerte que me hizo sangrar. Esas cosas no podían pasarle a todo el mundo, ni tampoco alguien podía tratarme como él cuando nos conocíamos hace tan poco. Lo mejor era no verlo más, podría reconsiderar la idea de irme con Gaby. No era tan mala; todavía tenía algunas horas para poder decidirme. Me quedé un rato pensando, cuando ya sentía que iba a explotar, me levanté, fui al baño, me bañe y me quede mirando al espejo un par de minutos; bajé y no había nadie. Esta vez si leí la nota de mi hermano que decía:

“Alma, voy a juntarme con el grupo del que te hablé, no salgas si te llegas a despertar y si es así a pesar de todo, por favor llámame. Te amo. Besos”.

¿Te amo?, tenía que estar verdaderamente preocupado para decirme algo así, de todas maneras no tenía pensado salir. Pasó una hora, mientras yo me había sentado a leer unos textos para la facultad sonó el timbre, me asusté y pegué un salto. Fui hasta la puerta y miré por el agujero, mis ojos se abrieron, era Nahuel. Me había olvidado que el sabía donde vivía. No hablé, ni siquiera me moví. - Alma, se que estás ahí dentro, por favor abrime, solo quiero hablar con vos te lo pido por favor tocó dos veces más el timbre. "No podía hacerle esto, no era malo, yo sentía que no lo era", me dije a mi misma, mientras sentía un gran silencio, de todas maneras yo sabía que no se había ido. Abrí, mientras daba vuelta la llave despacio para que no se diera cuenta de que lo estaba haciendo, me arrepentí dos veces, pero de todas maneras abrí. Estaba sentado en el escalón con la cabeza entre las piernas y con las manos en la frente. Se paró rápidamente, cuando se dio cuenta de que yo estaba ahí detrás de él. . - Alma. Necesito hablar urgente contigo. – se acercó rápidamente a mi. - ¿Para qué? - a pesar de su hermosa y tranquilizadora vos. Estaba asustada, paranoica. Lo alejé de mí. - ¿Pasa algo malo? – dijo confuso - Es que es todo muy raro esto que esta pasando contigo, y no me da muy buen espina sinceramente. - No desconfíes de mi, yo quería hablar contigo, por algún tipo de impulso necesito saber de vos. No soy un loco obsesivo. Fue por eso que te busqué, quería aclararte muchas cosas que hacen que vos no confíes en mi, y que pienses erróneamente. Hablé con Lara, le dejé muy claro que no te podía hacer más daño, enfureció, pero no importa, no es peligrosa. Quiero aclararte todo, quiero que sepas todo de mí, necesito que lo sepas. – no podía meterme en esta, me había prometido a mi misma que no. Le había prometido a mi hermano que no saldría, no podía meterme en estos tipos de bailes ahora. Por más que estuviera pensando en el prácticamente más de lo que me gustaría, tampoco podía dejarme llevar así, era peligroso. - No puedo, le prometí a mi hermano que no saldría y me quedaría con él hoy, esta aquí dentro, no quiero meterme en problemas no le iba a decir que estaba sola, estaba realmente paranoica – a parte estoy haciendo los bolsos. - ¡¡¡Bolsos!!!prácticamente lo gritó, sus ojos se pusieron en blanco - ¿a dónde te vas? ¿De qué estas hablando?

- Me voy a EEUU.

CAPITULO XVI: ¿FANTASIA?

Me costó unos minutos saber en donde estaba y hacia donde tenía que ir. Visualicé la escalera, mi cabeza se dio vuelta para saber si Nahuel había visto mi patética búsqueda de la salida. Pero en vez de eso me encontré a la pelirroja que me miraba con odio. Me estremecí, ella caminó hacia mí lentamente, puso una sonrisa de odio en su boca y llegó hasta donde estaba yo.
- Hola – me dijo sin quitar la sonrisa perversa de su cara. No emití palabra, estaba aterrada ante esos ojos llenos de rencor hacia mi persona.
- Que poco respeto, ¿no me vas a saludar? Estas en mi casa, no se quien eres y ni me saludas.
- Hoo-ola – tartamudeé.
- No vas a lograr quitarme a Nahuel. Vas a tener una pelea muy dura por estar con él. – sonaba egocéntrica a morir. Subió demasiado el tono y era grosera. Esta vez mi timidez se fue, mi miedo se desvaneció.
- Yo no voy a tener ninguna pelea contigo ni con nadie, no voy a dejar que nadie me hable así, ni me intimide, el va a estar con quién quiera te guste o no. – pareció no sorprenderse, ni siquiera quitó su cara de petulante. Yo estaba muriendo de rabia por no causarle el más mínimo efecto.
- ¡Opa!, la pequeña terminó siendo toda una valiente. – rió con más fuerza.
- No me interesa lo que pienses. – me di media vuelta furiosa como una niña y me fui. Pero ella me agarró de un brazo con tal brutalidad y fuerza que si no la hubiera visto, podría haber jurado que era el campeón mundial en fuerza bruta. Me giró con gran rapidez y me puso cara a cara con ella. Me sentí en una mezcla de susto y sorpresa, me retorcí por el dolor de mi brazo e hice una mueca.
- Mira chiquita, la cosa es así. No estas hablando con cualquier guachita de por ahí, yo que vos me tendría miedo, me alejaría bastante de la casa y de Nahuel. No te hagas la graciosa ni la valiente conmigo, no estás yendo por el buen camino – su rostro estaba lleno de ira, no podía entender como alguien tan bello con una inocencia en su mirada, podría comportarse de esa manera conmigo. Me enfurecí, me negué a que me tratara así, yo no era de esas que se dejan maltratar por cualquiera, al contrario siempre impuse mi respeto. Nunca me gustó llegar a la violencia, pero tampoco me iba a dejar pisotear. Intenté sacar el brazo de una, pero era tan fuerte la pelirroja que no pude soltarme, eso hice dos o tres veces sin quitarle la vista de encima, al igual que ella a mi.
- Me das pena – dijo con la misma cara y me soltó, moví el brazo con fuerza para atrás, me tomé el brazo que estaba todo rojo en signo de protegerlo, no pasó mas de 20 segundos antes de que midiera fuerza y le diera un puñetazo en su rostro, aquel se dio vuelta y se quedó allí, yo estaba expectante a que se volviera a mirarme, esperaba un golpe más fuerte todavía. Pero estaba preparada para la golpiza a pesar de que no me gustara y hacía un minuto le había dicho que no me pelearía con nadie. Volví a sorprenderme cuando empezó a carcajear, parecía que se iba a ahogar. La miré enojada y frunciendo el seño, estaba cada vez más furiosa. Le acababa de dar una golpiza y solo reía sarcástica como si le hubiera hecho un poco de cosquillas. Ella seguía con la cabeza dada vuelta, de pronto me miró con una sonrisa y de repente puso una cara aún más de odio. Ahora si, me iba a comer viva.
- ¡LARA! – gritó Nahuel, me suavice y volví a respirar un poco más. – ¿qué rayos estás haciendo? – ella lo miró y le largó una sonrisita burlona.
- ¿No ves?, estoy poniendo en su lugar a la chiquilla, resultó ser más valiente de lo que creía a pesar de que no tiene ni un poco de fuerza. – Nahuel se acercó hacia mí y se puso entre los dos, sus facciones ya no eran tan bellas, estaba como un león a punto de atacar. Ella no se inmutó, seguía allí sonriendo como si nada le importara.
- No la vuelvas a tocar, si le pones otra vez una mano encima yo mismo te mataré con mis propias manos ¿lo entendiste?
- Simplemente le tomé el brazo, no tengo la culpa de que sea una niñita sensible, – se reía mientras se daba vuelta y se iba por donde había venido. Nahuel la contempló enojado hasta que la perdimos de vista al introducirse en uno de los cuartos, a penas se escuchó el sonido de la puerta y el me miró preocupado.
- ¿Estás bien Alma?, te hizo algo – negué con la cabeza. Claramente mentía. Me miró el brazo que volví a proteger con una de mis manos. - muéstrame
- Estoy bien
- Muéstrame – repitió esta vez sin la voz amable. Destapé mi brazo, no quise voltear de seguro ya se me había formado un moretón con la piel tan estúpidamente sensible que tenía. – ¡Alma! – se escandalizó – estas sangrando – lo miré sorprendida. ¿Sangrando?, ¿cómo que sangrando?, sino me cortó, solo me agarró. No podía tener tanta fuerza esa mujer, me había apretado hasta el punto de hacerme sangrar. – ven vamos al baño que te voy a curar. – me tomó de la mano y me llevó con cuidado hacia otro de los cuartos por donde yo había pasado, el baño era celeste con tonos de blanco en algunos lados, tenía un jacussi como para cuatro. Todos los accesorios comunes de un baño, el lavamanos era enorme de marfil con un espejo que llegaba de punta a punta, el cuarto era tan grande como mi cuarto. Podía vivir perfectamente en él. Nahuel tomó una caja blanca de uno de los cajones del armario que se encontraban a un costado del lavamanos, claramente era un botiquín de primeros auxilios al ver la cruz roja encima de ella. Sacó algunas cosas para curarme, tomó gasa, una tijerita, algodón, cinta.
Me miró y sonrió en modo de tranquilizarme, obviamente funcionó, le devolví la sonrisa, luego recortó un largo trazo de gasa y lo colocó tiernamente sobre mi herida, sin que me doliera y le agregó la cinta para sostenerla. . Al acabar de curarme me besó en donde se encontraba la herida y luego la frente.
- Finito. – me dedicó una guiñada – disculpa lo que te hizo Lara, sinceramente tendría que matarla, te lastimó demasiado.
- No te preocupes, tú no tienes la culpa.
- Claro que la tengo, por mi te hizo eso. – bajó la cabeza en señal de tristeza y arrepentimiento. – de verdad, esto lo va a saber mi padre no te preocupes, la va a castigar como nunca en su vida. No concibo que clase de pensamiento se le pasaba por la cabeza para hacer algo así.
- Todo esta bien, de verdad. Ella lo que quiere es que flaquee y no pretendo hacerlo. – me lanzó otra sonrisa.
- Si que eres valiente, en eso tenía razón Lara. - volvió a sonreír, yo también, pero lo hice de una manera orgullosa por poder no mostrar abatimiento ante la pelirroja.
- Ahora si me voy. – esta vez me acompaño a la puerta no quise decirle que no, no quería encontrarme otra vez con aquella pelirroja ni con nadie más, mi idea era salir viva o por lo menos caminando erguida de ese lugar. Guardó las cosas del botiquín y lo puso de nuevo en el armario. Me tomó de la mano otra vez, me sonrojé, pero a el no se le movió ni una médula, parecía como si lo hiciera desde hace años a eso, tan natural para él que me hizo esbozar una sonrisa por lo bajo para que no se diera cuenta. Fuimos caminando en silencio hasta la puerta.

CAPITULO XIV: QUERIENDO HUIR II

Seguía mirándolo atenta, ante mi falta de respuesta, se levantó y caminó hacia el armario. No podía dejar de mirarlo, volví a temblar y a sudar mientras daba cada paso, mi corazón se aceleró y si había algún indicio de que realmente no me estuviera llamando a mí, ni que me hubiera descubierto, era pura ilusión, el sonido de mi corazón era muy ruidoso.
Se paró frente al armario, tendió las manos y pasó lo inevitable, abrió la puerta, agradecí que lo hiciera lentamente así me daría unos segundos para respirar despacio. En un momento estábamos ahí mirándonos a los ojos, yo asustada y el preocupado.
- ¿Qué haces aquí? – lo dijo como si estuviera indignado. No le sacaba la vista de encima, pero tampoco emitía palabra. Ya no estaba tan nerviosa, sus ojos eran calmantes para mí. De todas maneras, era conciente de que estaba metida en un lío, en un gran lío. No tenía ni idea de cómo explicarle el porque estaba ahí. Me tendió su mano, yo la tomé con dudas y me sacó amablemente del armario. Se dió vuelta sin soltarme la mano y me llevó silenciosamente hacia su cama, me hizo sentarme y se sentó a mi lado. Me miró a los ojos, puso una sonrisa tranquilizadora y me acarició el rostro. Mi corazón volvió a palpitar rápidamente, era ridículo, no podía sentirme de esta forma junto a él.
- Disculpa que insista. Pero ¿por qué estabas en mi armario?- volvió a sonreí con esa sonrisa pícara y tranquilizadora. Me sonrojé hasta los huesos.
- No intentaba robar, no se en realidad lo que hacía, es que... quería saber algo sobre ti y entonces... – balbuceé, era peor que una niña que estaba aprendiendo a hablar.
- ¿Querías saber quién era yo, por que era tan extraño, por que mi familia te miraba de ese modo el otro día, etc, etc.? ¿Información que no podrías encontrar en otro lado quizá? – no me dejaba de sorprender, no podía haberlo explicado mejor. Me limité a asentir y bajar la cabeza. Con sus manos me subió el rostro para que lo volviera a mirar. – esta bien, te perdono, no voy a llamar a la policía ni acusarte de nada, se que me comporté raro. Pero tú eres verdaderamente una chica más rara, cualquier otra persona se alejaría de mí luego de algunos actos como los que yo hice, pero tu me quisiste vigilar e intentar saber más de mi. Me enteré de que viniste preocupada a verme para saber si estaba bien por la información que pasaron en la radio. – me sorprendía lo ilimitado de mi sonrojo. Cada vez me sentía más caliente, me asustaba la idea de sufrir una convulsión espontánea. – No quiero que te preocupes por mí. No quiero que te metas en esta clase de locuras por mi culpa.
Estaba escuchando, pero no prestaba atención, no podía quitar la mirada de sus ojos, estaba preocupada por ello, nadie normal puede mantener tanto tiempo una mirada sin antes bajar la cabeza dos o tres veces, o mirar para otro lado, pero yo estaba allí perdiéndome en sus ojos sin poder concentrarme en nada más, intentaba averiguar de que color eran. Todavía no podía descubrirlo.
- Alma, ¿me estás escuchando?
- Si, si si. – volví a la realidad, puse mala cara, era tan feliz dentro de esos ojos.
- ¿Escuchaste todo lo que hable con Lara verdad? – asentí nerviosa. – ¿entonces tendrás preguntas para hacerme? – volví a asentir, esta vez un poco más segura.
- Te escucho entonces. – respire profundamente. ¿Por donde podría empezar? - ¿quién es esa muchacha?
- Ella vive con nosotros, es una protegida de mi padre. Sus padres murieron hace muchos años y desde entonces vive con nosotros.
- ¿Y es como tu hermana?
- No, a penas la puedo soportar en esta casa.
- ¿Entonces por qué esta tan celosa de esa muchacha que tanto querés? – sus ojos se abrieron y me miró confuso. – bueno, ella siempre estuvo enamorada de mi, yo nunca quise saber nada de ella, nunca me deja tranquilo. Con ella por los alrededores nunca tengo paz.
- ¿Es por ella que te fuiste tan rápido el otro día y que me sacaste de la manera que me sacaste cuando vine hasta aquí?
- Exactamente.
- ¿Pero porque la otra persona me miró mal también? ¿Hay algo malo conmigo? – largó una carcajada
- Hay algo malo contigo si, estás sumamente desquiciada. – me sonrojé -Ese era mi padre, él siempre quiso que yo estuviera con Lara, pero obviamente nunca lo consentí y cualquier chica que no sea ella para el es horroroso.
- ¿Y ella por qué es tan egocéntrica? nos llamó mortales ilusos y no se que otras cosas más. – largó otra risita, mientras yo no entendía porque.
- Si, ella es así. No le prestes ninguna atención, no vale la pena.
- Ok! Pero... ¿de quien era la chica de que estaban hablando? – otra vez bajé la cabeza, intentando que no viera lo manzana que estaba quedando.
- ¿No lo sabes? – lo miré extrañada y negué con la cabeza. – eres tú.
Me puse de todos los colores, no me lo podía creer, estaba hablando de mí. Estaba enamorado de mí, estaba teniendo las mismas sensaciones que yo y quería protegerme.
- ¿Yo? – sonrió emocionado y pícaro
- Claro que eres tú, ¿quién más podría ser?
- Todas menos yo. No entiendo ese amor por mí
- Pero tendría que haber sido obvio para ti, después de que fui a verte, que te dije lo que te dije, que tuvimos una cita, un poco de autoestima Alma. Estoy loco por ti.
- Me tengo que ir – le dije, no sabía porque, pero no podía aguantar todo eso que me estaba diciendo. Me había asustado su extrema sinceridad. Me miró extrañado.
- ¿Justo ahora te quieres ir? Viniste hasta aquí, subiste por algún lado peligroso, te podrías haber matado porque por la puerta imposible que hayas entrado sin que nadie te viera. Te metiste en mi armario, ¿y tienes miedo de lo que te estoy diciendo? Mi teoría acerca de tu extrañes es cierta. – volvió a sonreí. – eres un encanto.
- Tengo que irme
- Está bien te acompaño hasta la puerta.
- No, no yo voy.
- ¿No te piensas tirar por una ventana verdad? – sin quitar su sonrisa irónica de su rostro. No pude soportarlo y me reí con él. Pero me abalancé a la puerta y me fui rumbo a las escaleras.

martes, 14 de septiembre de 2010

CAPITULO XIV: QUERIENDO HUIR

Seguía ahí tan hermoso como la primera vez, caminó hacia la radio que tenía a mano y la prendió, puso un CD y empezó a sonar una bella música. Era instrumental, ambiental o algo de ese estilo. Se quitó la camiseta, y era aún más bello. Su cuerpo era tan brillante, tan hermoso, tan encadilante. Sus músculos eran como me los imaginé aquella vez “perfecto”, ni mucho, ni poco. No estaba nerviosa de que me descubriera, lo estaba por la forma en que lo miraba. En otra circunstancia y con otro hombre, por más que me gustara o por más lindo que fuera me avergonzaría. Pero esta vez no podía quitar mis ojos de él; escanee cada parte de su cuerpo durante un buen rato, mientras el se movía lentamente, era maravilloso lo sutil y débil que parecía cuando caminaba, me daban ganas de salir y hacer todo por él. A pesar de tanta hermosura y perfección, se notaba en sus ojos un gran cansancio. Como si no hubiera dormido durante días. Su rostro estaba lleno de melancolía, quizás después de todo realmente le había pasado algo a un familiar y no querrían que nadie supiera.
Necesitaba abrazarlo, decirle que todo estaba bien, que me podía contar, necesitaba salir, quería hacerlo.
¿Pero cómo le iba a explicar lo que estaba haciendo yo allí?
Me dediqué a observarlo, no podía dejar de imaginarme junto a él, quería gritar para que aquellos pensamientos desaparecieran de mí.
Se recostó en su cama, cerró los ojos y se veía más hermoso todavía, no podía soportar el hecho de que no parara de hacerse más hermoso con cada cosa que hacía. Alguien llamó a su puerta, se incorporó lentamente e invitó con una voz algo brusca a que pasara a la persona que estaba afuera, que por el tono de su voz era una mujer.
- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No te dije mil veces que ya no quería que vinieras a mi cuarto?
- Ya tú sabes que me es imposible. – la voz era seductora y de una manera muy sexual. Era la pelirroja hermosa que había visto fuera de su casa aquella vez y que me miró tan mal. Me entró una horrible sensación.
- Mil veces te dije que no me interesaba tus ganas y horarios, yo solo quiero que me dejes en paz Lara.
- ¿Es por esa verdad? Desde que apareció no haz hecho otra cosa que estar raro y escaparte solo para verla.
Me emocioné, ¿hablaría de mi?, ¿lo había conmocionado tanto como él lo había echo conmigo? ¿Pero quién era él para ella?
- No es tu problema, no te interesa.
- ¿Me has dejado de lado por una chiquilla pueblerina e insulsa? – los ojos de Nahuel y su rostro tan hermoso cambiaron, ya no tenía melancolía en su rostro y sus ojos estaban llenos de furia. Se acercó a ella y se puso frente a frente en pose de pelea. – No la llames de esa manera, no te lo permito. Ella es parte de mí ahora y tu ni nadie va a cambiar eso. – no podría estar hablando de mi obviamente, yo no podía ser tan importante para él. Debería de estar viendo a alguien más del pueblo, ¿quién podría ser? Me estaba llenando de celos, no podía entenderlo, era la misma sensación que cuando entró aquella pelirroja a su cuarto. No era yo, yo no era celosa, mis ganas de matar a aquella con quién estaba saliendo él ahora y era tan importante para él, me comían por dentro.
Ella no se alejó ni un paso de él, ahora su enojo aumentaba más, parecía que fuera a matarlo en ese mismo instante fuera como fuera. Me asustó, no pretendía mirar una pelea entre ellos, no quería.
- Voy a lograr que te la saques de la cabeza, ella no es como nosotros y no voy a permitir que te dejes endulzar. Tú viniste a hacer un trabajo, no viniste a enamorarte, eso no se te está permitido. – los ojos de Nahuel volvieron a su cansancio primario, se movió hacia atrás y sonrió.
- Eso no está en ninguna norma. Tú sabes que no está prohibido enamorarse, eso no está en nosotros mismos, nosotros nos enamoramos una vez en la vida nada más y las leyes te amparan cuando lo haces. Yo simplemente quiero su confianza para poder cuidarla y sino me la gano, de todas maneras la cuidaré. Ese es mi trabajo y eso es lo que haré, independientemente de si estoy o está enamorada o no. Y tú no tienes nada que ver en todo esto. - ¿De qué estaba hablando? Cada vez entendía menos, ella le decía algo de un secreto, el le decía algo de un trabajo y alguien más estaba metida en el medio. Nahuel ya estaba más tranquilo y ella seguía en su postura de pelea, cada vez más rabiosa parecía que se iba a quitar la piel por sí misma. Necesitaba escuchar más, quería saber de qué estaban hablando, a que se referían con esta charla tan extraña y de que chica estaba enamorado Nahuel que no podía estar con ella por culpa de su trabajo. ¿Realmente trabajaban en el negocio del comercio?
- Te ampara mientras te enamores de la misma especie que tú, no de otra totalmente diferente y menos en una como la de ella. Son pequeños mortales indefensos totalmente incapaces e ignorantes.
Esta pelirroja era muy egocéntrica, nos llamaba mortales a los pueblerinos que no teníamos la plata que ellos tenían. Realmente tenía un problema de carácter, de seguro siempre le compraron lo que quiso y tuvo una excelente vida. Nos estaba discriminando, ¿cómo alguien podría tener tanto rencor hacia personas que no tienen ninguna culpa de vivir como viven?
- Te lo vuelvo a repetir Lara, no te interesa en lo más mínimo, lo que dices no es así, primero informante, a parte lo que hago o dejo de hacer, si a alguien puedo llegar a escuchar va a ser a Nicanor que él es el único que me puede sermonear.
- No te pienses que voy a olvidarme de esto y dejarte tan fácil, ya me conoces y sabes... - ...paró de repente, pero ni su postura ni su estado de ánimo habían cambiado. Miraba para todos lados, temblé, <<¿me habrá descubierto?>>, pensé nerviosa. Con su rabia podría llegar a matarme, menos mal que yo no era la chica de la que estaba enamorado Nahuel sino esto se volvería algo realmente sanguinario. Sus ojos no dejaban de revolotear de un lado para el otro, definitivamente estaba buscando algo o a mi.
Nahuel la miró dudoso, el también miraba para todos lados a medida que ella miraba también pero con curiosidad. De repente empezó a hacer muecas con su nariz, como si hubiera olido algo realmente diferente con respecto al lugar. No se había movido del lugar, pero Nahuel la interrumpió varias veces preguntándole que era lo que le pasaba, ella solo alzó la mano para callarlo y siguió en su búsqueda. Comenzó a caminar, estaba casi sacudiéndome de los nervios. Se fue de mi vista, pero enseguida volvió, empezó a buscar debajo de la cama, volvió a desaparecer de mi vista; no tenía un buen ángulo de ella, solo podía mirar delante de mí, nada de costados lo que hacía que me pusiera más nerviosa.
- ¡¡Lara!! Por enésima vez ¿qué estás haciendo?
- Hay alguien aquí.
- ¿Cómo? – preguntó preocupado, se volvió a incorporar más de lo que ya estaba, parecía que se iba a quebrar, estaba tenso. Miró para todos lados tal cual ella e hizo sus mismas muecas. Me estaba muriendo del miedo, que forma tan rara de buscar algo en un cuarto. No pasaría ni dos minutos más sin que me descubrieran, no me moví de todas maneras, intenté respirar lentamente.
- No hay nadie – lo dijo tranquilo, pero lo noté mentiroso, ni yo me fraguaría una mentiría de aquel modo; algo había descubierto pero no pretendía dejar que ella lo descubriera.
- Si que lo hay. No me engañas, ¿es ella verdad? La estas escondiendo, ¿cómo no me di cuenta antes? – siguió su olfateo y sus miradas enloquecidas. Hasta que miró hacia el armario, me asusté y me moví, no hice ningún ruido pero estaba sudando muchísimo, el olor seguramente lo podría sacar en medio segundo. No paraba de temblar mientras ella se acercaba más y más al armario, jamás se relajó, estaba decidida a atacar no importa quién fuera la persona que se encontraba en el lugar.
- Andáte ya, estas enloqueciendo y no voy a aguantar que entres a mi cuarto así como así e intentar atacar a mis muebles. No seas ridícula, sabes que aquí no puede entrar nadie, y sabes también de que vine contigo de afuera, no pudo haber momento en que yo metiera alguien aquí. Vete – enojado, pero no como aquella vez, seguía simulando. La empujó hasta que la perdí de vista, obviamente la echó de su cuarto tirándola por la puerta. Yo seguía allí sudando, temblando, me sentía enferma, seguramente estaría blanca como la nieve, no me quise mover, o no podía, no quería ni intentarlo.
Nahuel no aparecía en mi corto circuito de observación, de todas formas no estaba muy expectante de que apareciera, de seguro el ya me había descubierto y para que aquella pelirroja no me cortara el cuello la distrajo.
¿Por qué estaba demorando tanto? Ya habían pasado algunos minutos, yo estaba un poco más tranquila, había pensado en dos o tres planes totalmente estúpidos para poder irme de ahí, fracasarían sin duda, pero por lo menos mantenían mi mente ocupada por el momento. Seguía sin poder moverme, a penas estaba respirando. Me había metido en una situación totalmente estúpida, yo nunca tengo buena suerte, tendría que haberme imaginado que justo cuando yo entrara a la casa ellos iban a llegar.
Al cabo de otro minuto más, Nahuel apareció, se sentó en la cama con cara de preocupación, ¿no me había descubierto? Respiré, me adelanté un paso más para poder verlo más de cerca. Puso sus codos arriba de sus rodillas y apoyó la frente en sus manos, movía la cabeza de un lado para el otro como negando algo.

- Puedes salir ya – mis ojos se pusieron en blanco, no me podía estar hablando a mi. No me moví, no me quise arriesgar. – Alma, puedes salir ya – repitió, su voz era segura pero preocupada, seguía sin moverme, a pesar de que era mi nombre el que había pronunciado, quería creer que solo había sido una ilusión.


CAPITULO XIII: OTRA MAS

- Se que parece extraño y raro, pero no pierdo nada. No quiero que lo decidas ahora, cambié mi boleto para mañana a las cuatro de la tarde, no quiero tampoco que me respondas, quiero que lo pienses. Yo te voy a dar este boleto que es también para mañana y te voy a esperar en la terminal hasta que sea la hora. Si quieres ir ve y sino no lo hagas, pero no me llames ni nada, yo lo sabré en el momento.
- Pero...
- No por favor, no me respondas ahora. De verdad, aunque tengas la respuesta, déjame soñar hasta mañana y pensalo. Ahora me voy a ir, disculpa que te deje así pero pensaba pedírtelo al final del almuerzo pero no me aguanté y ahora no puedo estar mirándote luego de la propuesta que te acabo de hacer, y tampoco sería nada cómodo para vos. No me digas nada. Adiós Alma. – fue hacia el mostrador, le dijo algo al administrador, pagó y se fue, me tiró un bombardeo de cosas que se me metieron en el alma y se fue. ¿Qué iba a hacer ahora?, no estaba tan segura de no ir. Nahuel estaba en mi cabeza, pero tampoco podía dejar de ir por alguien a quién había conocido hace unos días, que era extraño y que no tenía idea de si realmente lo que me estaba diciendo era verdad.
Me limité a esperar mi comida, me quedé extenuada todo el rato, a penas me movía para comer y tomar un poco de refresco. Ni siquiera fui capaz de responderle al camarero cuando me vino a preguntar si necesitaba algo más, me miró por unos segundos esperando una respuesta hasta que se dio cuenta que eso nunca iba a pasar y se fue.
No podía irme con él, tenía mi vida hecha aquí, tengo mi facultad, tengo mi familia, nunca me gusto estar muy lejos del pueblo. Pero también es una buena forma de progresar, pero si me voy con él sería afirmar que lo amo y que quiero pasar mi vida con él, cosa de la que no estoy segura, y sino lo estoy no creo que sea ese mi destino.
Era muy tentadora la propuesta, pero ya había decidido, no necesitaba pensar tanto sobre eso, ya sabía cual era desde un principio, pero Gabriel tiene el derecho a que por lo menos lo piense. No había mucha alternativa, tenía que volver a rechazarlo. Era un campeón en masoquismo. No quería ilusionarlo yendo a la terminal, pero quería ir a despedirme de todas maneras a pesar de que él me dijera que no fuera, ni lo llamara, sino era para irme con él. Esto era un círculo vicioso que tenía que parar.
De todas maneras tenía hasta mañana para decidir si ir o no, ahora tenía una investigación por delante. Era horrible que tuviera en la cabeza más latente a Nahuel que a Gabriel, pero necesitaba saber todo lo que pudiera.
Me fui al auto y marché a casa, visualicé una nota de Manuel pero no quería perder tiempo, subí las escaleras y tomé la computadora portátil de mi hermano. Volví a mi auto y me fui otra vez, esta vez marché hacia el bosque, quizás podría visualizar algo más desde allí mientras intentaba buscar algo. No sabía que, ni siquiera estaba segura de que el estaría en Internet, pero si sus padres tienen un comercio, quizás tendrían otro por algún lugar o hablaría de este y de ellos.
Me adentré en el bosque para que nadie pudiera verme desde la casa, pero también para yo poder visualizar si algo pasaba por allí. Me senté en el pasto, prendí la computadora y empecé a buscar información. No encontré nada, ni siquiera de el baile que pusieron en el pueblo, de todas maneras no me sorprendió ya que a nadie le importaba si pusieron o no algo nuevo en Baja Primavera, el ochenta por ciento de la gente en el mundo no sabe ni siquiera que este lugar existe. Me acosté hacia atrás defraudada de no encontrar nada.

Varias horas después mientras miraba la tele con Manuel se me ocurrió un plan, descabellado hasta las médulas, pero hasta ahora no encontraba una mejor manera.

Si la familia se había ido toda para la ciudad y solo quedaba la empleada, podría entrar cuidadosamente sin que nadie me descubriera.

Esperé que anocheciera y convencí a Nahuel de que me iba a pasear a la plaza con mis amigos, y marché hacia la casa de Nahuel.

Dejé el auto lejos de la casa para que no se viera desde ningún punto, ya no tenía solo que asegurarme de que no se viera desde la casa sino de todos lados, para que nadie sospechara. Lo dejé detrás de unos arbustos bastante grandes que lo tapaban por completo. Caminé hasta la casa, busqué por un rato algún lugar seguro para entrar hasta que vi una ventana un poco alta pero lo suficiente para no ser peligrosa. Me trepé como pude, miré si alguien se encontraba adentro y me metí. Caí abruptamente al piso y me di un golpe en la cabeza, festejé el hecho de que esta vez no me había desmayado. Me levanté sosteniéndome todavía la cabeza por el dolor que me había causado y me miré la mano para ver si tenía o no algo de sangre. Negativo, estaba correctamente, si tenía alguna contusión interna no me había enterado, tampoco me preocupé. Miré el cuarto, era de color rosa, todo rosa, de la misma manera que aquel gran salón se vestía de un blanco intenso, este lo hacía de un hermoso rosa claro. La cama estaba contra una pared, sus mantas eran acolchonadas del mismo color que todo lo demás, tenía un gran armario con puertas corredizas, un baño propio y todo estaba enloquecidamente ordenado.

Intenté no maravillarme con el cuarto, debería de ser de alguna de sus hermanas o algo por el estilo. Asomé la cabeza por la puerta para asegurarme de que no había nadie, caminé por un gran corredor, esa casa era más grande de lo que me había imaginado. Estaba lleno de cuadros y esculturas hermosas y muy antiguas.

Abrí lentamente cada puerta que iba encontrando, descubrí dos baños, un cuarto matrimonial de color amarillo, su cama era de otro tono de amarillo un poco más oscuro; no vi más, no estaba con tiempo de sobra como para ponerme a ver los detalles. Quería encontrar algún cuarto donde pudiera sacar información. Hasta que abrí uno que era totalmente diferente, no era de un solo color en diferentes tonos como todos los otros. Este tenía varios colores, todos muy diferentes y hermosos. En este quise entrar y averiguar. Pero algo quebrantó mi curiosidad, alguien estaba subiendo la escalera. Miré para todos lados para encontrar algún lugar en donde esconderme por si se le ocurría entrar a este cuarto, miré para todos lados y divisé un armario muy parecido al del cuarto rosa. Entré rápido, mientras miraba por una de las rejillas. Alguien entró. <<¡¡Genial!. Como si no tuviese más cuartos a donde ir, eran como mil cuartos y se le daba por entrar a este.>>, refunfuñé. Volví a concentrarme y miré nuevamente por la rejilla, con cuidado de que no me descubran. Para mi sorpresa era Nahuel. ¿Habría vuelto de su viaje o simplemente nunca se fue?