martes, 14 de septiembre de 2010

CAPITULO XIV: QUERIENDO HUIR

Seguía ahí tan hermoso como la primera vez, caminó hacia la radio que tenía a mano y la prendió, puso un CD y empezó a sonar una bella música. Era instrumental, ambiental o algo de ese estilo. Se quitó la camiseta, y era aún más bello. Su cuerpo era tan brillante, tan hermoso, tan encadilante. Sus músculos eran como me los imaginé aquella vez “perfecto”, ni mucho, ni poco. No estaba nerviosa de que me descubriera, lo estaba por la forma en que lo miraba. En otra circunstancia y con otro hombre, por más que me gustara o por más lindo que fuera me avergonzaría. Pero esta vez no podía quitar mis ojos de él; escanee cada parte de su cuerpo durante un buen rato, mientras el se movía lentamente, era maravilloso lo sutil y débil que parecía cuando caminaba, me daban ganas de salir y hacer todo por él. A pesar de tanta hermosura y perfección, se notaba en sus ojos un gran cansancio. Como si no hubiera dormido durante días. Su rostro estaba lleno de melancolía, quizás después de todo realmente le había pasado algo a un familiar y no querrían que nadie supiera.
Necesitaba abrazarlo, decirle que todo estaba bien, que me podía contar, necesitaba salir, quería hacerlo.
¿Pero cómo le iba a explicar lo que estaba haciendo yo allí?
Me dediqué a observarlo, no podía dejar de imaginarme junto a él, quería gritar para que aquellos pensamientos desaparecieran de mí.
Se recostó en su cama, cerró los ojos y se veía más hermoso todavía, no podía soportar el hecho de que no parara de hacerse más hermoso con cada cosa que hacía. Alguien llamó a su puerta, se incorporó lentamente e invitó con una voz algo brusca a que pasara a la persona que estaba afuera, que por el tono de su voz era una mujer.
- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No te dije mil veces que ya no quería que vinieras a mi cuarto?
- Ya tú sabes que me es imposible. – la voz era seductora y de una manera muy sexual. Era la pelirroja hermosa que había visto fuera de su casa aquella vez y que me miró tan mal. Me entró una horrible sensación.
- Mil veces te dije que no me interesaba tus ganas y horarios, yo solo quiero que me dejes en paz Lara.
- ¿Es por esa verdad? Desde que apareció no haz hecho otra cosa que estar raro y escaparte solo para verla.
Me emocioné, ¿hablaría de mi?, ¿lo había conmocionado tanto como él lo había echo conmigo? ¿Pero quién era él para ella?
- No es tu problema, no te interesa.
- ¿Me has dejado de lado por una chiquilla pueblerina e insulsa? – los ojos de Nahuel y su rostro tan hermoso cambiaron, ya no tenía melancolía en su rostro y sus ojos estaban llenos de furia. Se acercó a ella y se puso frente a frente en pose de pelea. – No la llames de esa manera, no te lo permito. Ella es parte de mí ahora y tu ni nadie va a cambiar eso. – no podría estar hablando de mi obviamente, yo no podía ser tan importante para él. Debería de estar viendo a alguien más del pueblo, ¿quién podría ser? Me estaba llenando de celos, no podía entenderlo, era la misma sensación que cuando entró aquella pelirroja a su cuarto. No era yo, yo no era celosa, mis ganas de matar a aquella con quién estaba saliendo él ahora y era tan importante para él, me comían por dentro.
Ella no se alejó ni un paso de él, ahora su enojo aumentaba más, parecía que fuera a matarlo en ese mismo instante fuera como fuera. Me asustó, no pretendía mirar una pelea entre ellos, no quería.
- Voy a lograr que te la saques de la cabeza, ella no es como nosotros y no voy a permitir que te dejes endulzar. Tú viniste a hacer un trabajo, no viniste a enamorarte, eso no se te está permitido. – los ojos de Nahuel volvieron a su cansancio primario, se movió hacia atrás y sonrió.
- Eso no está en ninguna norma. Tú sabes que no está prohibido enamorarse, eso no está en nosotros mismos, nosotros nos enamoramos una vez en la vida nada más y las leyes te amparan cuando lo haces. Yo simplemente quiero su confianza para poder cuidarla y sino me la gano, de todas maneras la cuidaré. Ese es mi trabajo y eso es lo que haré, independientemente de si estoy o está enamorada o no. Y tú no tienes nada que ver en todo esto. - ¿De qué estaba hablando? Cada vez entendía menos, ella le decía algo de un secreto, el le decía algo de un trabajo y alguien más estaba metida en el medio. Nahuel ya estaba más tranquilo y ella seguía en su postura de pelea, cada vez más rabiosa parecía que se iba a quitar la piel por sí misma. Necesitaba escuchar más, quería saber de qué estaban hablando, a que se referían con esta charla tan extraña y de que chica estaba enamorado Nahuel que no podía estar con ella por culpa de su trabajo. ¿Realmente trabajaban en el negocio del comercio?
- Te ampara mientras te enamores de la misma especie que tú, no de otra totalmente diferente y menos en una como la de ella. Son pequeños mortales indefensos totalmente incapaces e ignorantes.
Esta pelirroja era muy egocéntrica, nos llamaba mortales a los pueblerinos que no teníamos la plata que ellos tenían. Realmente tenía un problema de carácter, de seguro siempre le compraron lo que quiso y tuvo una excelente vida. Nos estaba discriminando, ¿cómo alguien podría tener tanto rencor hacia personas que no tienen ninguna culpa de vivir como viven?
- Te lo vuelvo a repetir Lara, no te interesa en lo más mínimo, lo que dices no es así, primero informante, a parte lo que hago o dejo de hacer, si a alguien puedo llegar a escuchar va a ser a Nicanor que él es el único que me puede sermonear.
- No te pienses que voy a olvidarme de esto y dejarte tan fácil, ya me conoces y sabes... - ...paró de repente, pero ni su postura ni su estado de ánimo habían cambiado. Miraba para todos lados, temblé, <<¿me habrá descubierto?>>, pensé nerviosa. Con su rabia podría llegar a matarme, menos mal que yo no era la chica de la que estaba enamorado Nahuel sino esto se volvería algo realmente sanguinario. Sus ojos no dejaban de revolotear de un lado para el otro, definitivamente estaba buscando algo o a mi.
Nahuel la miró dudoso, el también miraba para todos lados a medida que ella miraba también pero con curiosidad. De repente empezó a hacer muecas con su nariz, como si hubiera olido algo realmente diferente con respecto al lugar. No se había movido del lugar, pero Nahuel la interrumpió varias veces preguntándole que era lo que le pasaba, ella solo alzó la mano para callarlo y siguió en su búsqueda. Comenzó a caminar, estaba casi sacudiéndome de los nervios. Se fue de mi vista, pero enseguida volvió, empezó a buscar debajo de la cama, volvió a desaparecer de mi vista; no tenía un buen ángulo de ella, solo podía mirar delante de mí, nada de costados lo que hacía que me pusiera más nerviosa.
- ¡¡Lara!! Por enésima vez ¿qué estás haciendo?
- Hay alguien aquí.
- ¿Cómo? – preguntó preocupado, se volvió a incorporar más de lo que ya estaba, parecía que se iba a quebrar, estaba tenso. Miró para todos lados tal cual ella e hizo sus mismas muecas. Me estaba muriendo del miedo, que forma tan rara de buscar algo en un cuarto. No pasaría ni dos minutos más sin que me descubrieran, no me moví de todas maneras, intenté respirar lentamente.
- No hay nadie – lo dijo tranquilo, pero lo noté mentiroso, ni yo me fraguaría una mentiría de aquel modo; algo había descubierto pero no pretendía dejar que ella lo descubriera.
- Si que lo hay. No me engañas, ¿es ella verdad? La estas escondiendo, ¿cómo no me di cuenta antes? – siguió su olfateo y sus miradas enloquecidas. Hasta que miró hacia el armario, me asusté y me moví, no hice ningún ruido pero estaba sudando muchísimo, el olor seguramente lo podría sacar en medio segundo. No paraba de temblar mientras ella se acercaba más y más al armario, jamás se relajó, estaba decidida a atacar no importa quién fuera la persona que se encontraba en el lugar.
- Andáte ya, estas enloqueciendo y no voy a aguantar que entres a mi cuarto así como así e intentar atacar a mis muebles. No seas ridícula, sabes que aquí no puede entrar nadie, y sabes también de que vine contigo de afuera, no pudo haber momento en que yo metiera alguien aquí. Vete – enojado, pero no como aquella vez, seguía simulando. La empujó hasta que la perdí de vista, obviamente la echó de su cuarto tirándola por la puerta. Yo seguía allí sudando, temblando, me sentía enferma, seguramente estaría blanca como la nieve, no me quise mover, o no podía, no quería ni intentarlo.
Nahuel no aparecía en mi corto circuito de observación, de todas formas no estaba muy expectante de que apareciera, de seguro el ya me había descubierto y para que aquella pelirroja no me cortara el cuello la distrajo.
¿Por qué estaba demorando tanto? Ya habían pasado algunos minutos, yo estaba un poco más tranquila, había pensado en dos o tres planes totalmente estúpidos para poder irme de ahí, fracasarían sin duda, pero por lo menos mantenían mi mente ocupada por el momento. Seguía sin poder moverme, a penas estaba respirando. Me había metido en una situación totalmente estúpida, yo nunca tengo buena suerte, tendría que haberme imaginado que justo cuando yo entrara a la casa ellos iban a llegar.
Al cabo de otro minuto más, Nahuel apareció, se sentó en la cama con cara de preocupación, ¿no me había descubierto? Respiré, me adelanté un paso más para poder verlo más de cerca. Puso sus codos arriba de sus rodillas y apoyó la frente en sus manos, movía la cabeza de un lado para el otro como negando algo.

- Puedes salir ya – mis ojos se pusieron en blanco, no me podía estar hablando a mi. No me moví, no me quise arriesgar. – Alma, puedes salir ya – repitió, su voz era segura pero preocupada, seguía sin moverme, a pesar de que era mi nombre el que había pronunciado, quería creer que solo había sido una ilusión.


CAPITULO XIII: OTRA MAS

- Se que parece extraño y raro, pero no pierdo nada. No quiero que lo decidas ahora, cambié mi boleto para mañana a las cuatro de la tarde, no quiero tampoco que me respondas, quiero que lo pienses. Yo te voy a dar este boleto que es también para mañana y te voy a esperar en la terminal hasta que sea la hora. Si quieres ir ve y sino no lo hagas, pero no me llames ni nada, yo lo sabré en el momento.
- Pero...
- No por favor, no me respondas ahora. De verdad, aunque tengas la respuesta, déjame soñar hasta mañana y pensalo. Ahora me voy a ir, disculpa que te deje así pero pensaba pedírtelo al final del almuerzo pero no me aguanté y ahora no puedo estar mirándote luego de la propuesta que te acabo de hacer, y tampoco sería nada cómodo para vos. No me digas nada. Adiós Alma. – fue hacia el mostrador, le dijo algo al administrador, pagó y se fue, me tiró un bombardeo de cosas que se me metieron en el alma y se fue. ¿Qué iba a hacer ahora?, no estaba tan segura de no ir. Nahuel estaba en mi cabeza, pero tampoco podía dejar de ir por alguien a quién había conocido hace unos días, que era extraño y que no tenía idea de si realmente lo que me estaba diciendo era verdad.
Me limité a esperar mi comida, me quedé extenuada todo el rato, a penas me movía para comer y tomar un poco de refresco. Ni siquiera fui capaz de responderle al camarero cuando me vino a preguntar si necesitaba algo más, me miró por unos segundos esperando una respuesta hasta que se dio cuenta que eso nunca iba a pasar y se fue.
No podía irme con él, tenía mi vida hecha aquí, tengo mi facultad, tengo mi familia, nunca me gusto estar muy lejos del pueblo. Pero también es una buena forma de progresar, pero si me voy con él sería afirmar que lo amo y que quiero pasar mi vida con él, cosa de la que no estoy segura, y sino lo estoy no creo que sea ese mi destino.
Era muy tentadora la propuesta, pero ya había decidido, no necesitaba pensar tanto sobre eso, ya sabía cual era desde un principio, pero Gabriel tiene el derecho a que por lo menos lo piense. No había mucha alternativa, tenía que volver a rechazarlo. Era un campeón en masoquismo. No quería ilusionarlo yendo a la terminal, pero quería ir a despedirme de todas maneras a pesar de que él me dijera que no fuera, ni lo llamara, sino era para irme con él. Esto era un círculo vicioso que tenía que parar.
De todas maneras tenía hasta mañana para decidir si ir o no, ahora tenía una investigación por delante. Era horrible que tuviera en la cabeza más latente a Nahuel que a Gabriel, pero necesitaba saber todo lo que pudiera.
Me fui al auto y marché a casa, visualicé una nota de Manuel pero no quería perder tiempo, subí las escaleras y tomé la computadora portátil de mi hermano. Volví a mi auto y me fui otra vez, esta vez marché hacia el bosque, quizás podría visualizar algo más desde allí mientras intentaba buscar algo. No sabía que, ni siquiera estaba segura de que el estaría en Internet, pero si sus padres tienen un comercio, quizás tendrían otro por algún lugar o hablaría de este y de ellos.
Me adentré en el bosque para que nadie pudiera verme desde la casa, pero también para yo poder visualizar si algo pasaba por allí. Me senté en el pasto, prendí la computadora y empecé a buscar información. No encontré nada, ni siquiera de el baile que pusieron en el pueblo, de todas maneras no me sorprendió ya que a nadie le importaba si pusieron o no algo nuevo en Baja Primavera, el ochenta por ciento de la gente en el mundo no sabe ni siquiera que este lugar existe. Me acosté hacia atrás defraudada de no encontrar nada.

Varias horas después mientras miraba la tele con Manuel se me ocurrió un plan, descabellado hasta las médulas, pero hasta ahora no encontraba una mejor manera.

Si la familia se había ido toda para la ciudad y solo quedaba la empleada, podría entrar cuidadosamente sin que nadie me descubriera.

Esperé que anocheciera y convencí a Nahuel de que me iba a pasear a la plaza con mis amigos, y marché hacia la casa de Nahuel.

Dejé el auto lejos de la casa para que no se viera desde ningún punto, ya no tenía solo que asegurarme de que no se viera desde la casa sino de todos lados, para que nadie sospechara. Lo dejé detrás de unos arbustos bastante grandes que lo tapaban por completo. Caminé hasta la casa, busqué por un rato algún lugar seguro para entrar hasta que vi una ventana un poco alta pero lo suficiente para no ser peligrosa. Me trepé como pude, miré si alguien se encontraba adentro y me metí. Caí abruptamente al piso y me di un golpe en la cabeza, festejé el hecho de que esta vez no me había desmayado. Me levanté sosteniéndome todavía la cabeza por el dolor que me había causado y me miré la mano para ver si tenía o no algo de sangre. Negativo, estaba correctamente, si tenía alguna contusión interna no me había enterado, tampoco me preocupé. Miré el cuarto, era de color rosa, todo rosa, de la misma manera que aquel gran salón se vestía de un blanco intenso, este lo hacía de un hermoso rosa claro. La cama estaba contra una pared, sus mantas eran acolchonadas del mismo color que todo lo demás, tenía un gran armario con puertas corredizas, un baño propio y todo estaba enloquecidamente ordenado.

Intenté no maravillarme con el cuarto, debería de ser de alguna de sus hermanas o algo por el estilo. Asomé la cabeza por la puerta para asegurarme de que no había nadie, caminé por un gran corredor, esa casa era más grande de lo que me había imaginado. Estaba lleno de cuadros y esculturas hermosas y muy antiguas.

Abrí lentamente cada puerta que iba encontrando, descubrí dos baños, un cuarto matrimonial de color amarillo, su cama era de otro tono de amarillo un poco más oscuro; no vi más, no estaba con tiempo de sobra como para ponerme a ver los detalles. Quería encontrar algún cuarto donde pudiera sacar información. Hasta que abrí uno que era totalmente diferente, no era de un solo color en diferentes tonos como todos los otros. Este tenía varios colores, todos muy diferentes y hermosos. En este quise entrar y averiguar. Pero algo quebrantó mi curiosidad, alguien estaba subiendo la escalera. Miré para todos lados para encontrar algún lugar en donde esconderme por si se le ocurría entrar a este cuarto, miré para todos lados y divisé un armario muy parecido al del cuarto rosa. Entré rápido, mientras miraba por una de las rejillas. Alguien entró. <<¡¡Genial!. Como si no tuviese más cuartos a donde ir, eran como mil cuartos y se le daba por entrar a este.>>, refunfuñé. Volví a concentrarme y miré nuevamente por la rejilla, con cuidado de que no me descubran. Para mi sorpresa era Nahuel. ¿Habría vuelto de su viaje o simplemente nunca se fue?

CAPITULO XII: ENLOQUECIENDO

Me limité a ir hacia la camioneta, mi hermano me preguntó que había pasado y le conté lo que aquella mujer me dijo, no estaba del todo convencida de que aquello hubiera sucedido como la mujer dijo, algo me decía que me estaba mintiendo. Intenté prestarle atención a Manuel mientras hablaba sobre los “malditos periodistas”, no quería que supiera o intuyera de que me traía un plan entre manos. Estaba pasando algo allí, tenía que saber que. Todo era muy raro con respecto a Nahuel y a su entorno, no me podía quedar con los brazos cruzados. No me lo iba a permitir a mi misma; tenía que averiguar que había pasado y que era lo que ese chico me estaba haciendo sentir a mí.
Miré la hora, no había pasado mucho tiempo de todo esto, eran las once treinta. Tenía la cita con Gaby todavía y no podía dejar de ir. Faltaba una hora, me daba tiempo para ir a mi casa y cambiarme, ponerme más cómoda. Ya mi ropa estaba sudada por el nerviosismo que me había venido, por suerte el deportivo me ayudó; pero me quería bañar y ponerme aceptable para Gabriel. Quería meterme en el papel de chica tranquila que nada tiene en la cabeza, nada más que para él. Me bañé, tomé un vaquero negro, una remera violeta, championes y me abrigue con un buzo, y una campera. Ahora estaba más frío de lo normal, no podía dejarme enfermar. Tenía una investigación por delante luego de ver a Gabriel.
Manuel me cuestionó varias veces a donde iba, no tuve más remedio que decirle, se enojó por un momento, todo el pueblo sabía que se iba por mi causa a pesar del gran trabajo que estaba aceptando y el gran futuro que tenía por delante. Debería de saber también lo que había pasado ayer. Me impuso un par de veces que no me podía ir, pero rápidamente lo despaché alegando que todo era culpa de una mentira periodística, no tuvo más remedio que dejarme ir.
- Alma. – me gritó cuando estaba por subir al auto. Su rostro pasó de un hermano celoso a un amigo lleno de tristeza, a pesar de la pelea y los celos, el quería mucho a Gabriel y se sentía también como yo de alguna manera culpable de que se marchara o mejor dicho arrepentido. No solo porque era mi hermano, sino porque no habían tenido la mejor relación en los últimos tiempos ya que sus celos le ganaron a cualquier otra actitud buena con un gran amigo. Sabía que a pesar de que me amara, me tenía un poquito de rencor porque se estaba yendo de alguna manera por mi culpa. Igual no me lo iba a decir, lo conocía, mi hermano también entendía lo que yo sentía, y entendía que no me podía quedar con el solo por el hecho de que no se fuera.
- Lo voy a cuidar no te preocupes Manu. Es tu amigo, no lo vas a perder aunque se vaya lejos. Lo sabes. – me miró sorprendido, el siempre creyó que yo no le prestaba atención. Que mi hermano favorito era Emi y que el solo era un rompe cocos; lo era, pero los amaba por igual. Se sonrojó, se puso nervioso de un momento para el otro y se limitó a decirme “Gracias” tartamudeando, bajó la cabeza y volvió a la casa.
Me quedaban un par de minutos todavía, pero no quería llegar muy sobre la hora ni tampoco tarde. Así que intenté ir como pude y llegar como llegara.
Estacioné delante del bar, no lo vi del lado en donde había estado Nahuel antes, me bajé y fui hacia la puerta. Miré para todos lados y no lo divisé, me dediqué a sentarme al contrario de la vez anterior. Me pedí un refresco y me puse a garabatear con mi dedo la mesa, mientras pensaba en que iba a hacer con la investigación sobre Nahuel, saber quién era el, saber que pasó. Estaba obsesionada, pero tenía que saberlo, no me iba a quedar con la inquietud.
- Alma– miré y ahí estaba Gabriel, con esa sonrisa que yo tanto anhelaba. Su voz volvió a ser tranquila y serena, me estremecí. Se me olvidó todo por un momento. Cada vez estaba más y más confundida. Asentí. - Disculpa la demora tuve que terminar de armarme el bolso y envolver un par de cosas, así podía estar tranquilo y pasar más tiempo por el pueblo.
- Está bien. ¿Quedaste en verte con tus amigos después del almorzar conmigo?
- Si, la verdad que si. Quería quedarme con vos toda la tarde, pero ellos se merecen que también les de su tiempo – lo dijo sin ganas.
- Claro que si. Ellos se merecen todo el tiempo del mundo, ellos si que si. – lo dije con severidad, tenía que hacerle entender que ellos eran más importantes que yo. No era la prioridad, ellos si lo eran, siempre estuvieron a pesar de todo.
- Lo se, pero tu también. – ambos nos quedamos callados, no quería que nuestro almuerzo se desarrollara de esta manera. Por suerte rompió otra vez el hielo. -
- Vamos a pedir algo para comer, me muero de hambre. Todavía ni siquiera eh desayunado. Necesito un poco de alimento. – sonreí un poco sin ganas, estaba demasiado nerviosa como para largar una carcajada o ponerle un poco más de humor a la cosa. Pero tenía que hacer mi esfuerzo.
Nos pusimos a mirar las cartas, cada uno con la suya. De vez en cuando nos mirábamos de reojo, en realidad yo ni siquiera estaba leyendo nada, estaba más preocupada por lo que le iba a decir. De pronto se me puso a mirar fijamente, yo no lo miraba, no tenía ganas de encontrarme con sus ojos, de seguro me iba a sonrojar demasiado e iba a soltar también algún signo de dolor y de nostalgia. No quería hacerlo más difícil, pero el tampoco me lo estaba haciendo nada fácil.
- ¿Ya sabés lo que quieres? – me quedé atónita, estaba distraída. Le dije algo que seguramente estaba a pesar de no haberlo leído, por suerte venía siempre a este bar porque sino iba a caer en la vergüenza de tener que volver a leer. – si, una milanesa con papas fritas y una coca. - Asintió y llamó al mozo, que por suerte esta vez no era Cristian, ni nadie que me conociera. Bueno en realidad no profundamente.
El mozo tomó nuestros pedidos y luego se marchó. Nos quedamos mirándonos un rato más. El ambiente se estaba poniendo un poco tenso, ya no era nada saludable para el ni para mi. No era como las otras cuando estábamos callados pero confortables, ahora me sentía incómoda y no me gustaba, era la última vez que nos íbamos a ver y no era un buen recuerdo el que íbamos a tener.
- Alma, disculpa que este sin hablar, es que en realidad como te debiste de dar cuenta estoy un poco nervioso. Necesito preguntarte algo que es sumamente importante para mí – preferiría ahora la incomodidad antes de que me preguntara algo.
- Si, decime, ¿qué es lo que necesitas preguntarme? – se lo dije de la forma más tranquila y paciente. A pesar de que yo estaba cada vez más nerviosa.
- ¿Vos me querés a mi? – bueno, creí que iba a ser mucho peor. Era algo fácil de responder.

- Claro que si. Sabés todo lo que te quiero, te amo en mi forma. Pero eso ya lo sabías, ¿por qué me lo estás preguntando verdaderamente?

- En realidad no es eso lo que quiero preguntarte, pero no me apures, esto no es fácil para mí. ¿No hay ningún tipo de posibilidad de que vuelvas a querer estar conmigo? O sea, más adelante, quiero decir que ¿si tus sentimientos, son de amistad hacia mi ahora o te atraigo de todas maneras, y ahora estas confundida? – eso también me lo podía llegar a esperar. Tampoco me sorprendía la pregunta.

- Es como yo te dije, me atraes; pero si estoy confundida, no es entonces verdaderamente lo que quiero, pero tampoco la idea es hacerte esperar ni nada por el estilo, porque yo quiero que vos seas feliz. A pesar de que me digas que sos feliz a mi lado, yo no quiero estar tampoco con vos para hacerte solamente feliz a vos, olvidándome de mí, ni tampoco quiero engañarte. Porque es una forma de engañarte estando con vos solo por hacerte feliz. ¿Me explico?

- Si, claro que te explicas. Pero de todas maneras respondes lo que yo quiero que respondas, o lo que yo deseo que respondas.

- No entiendo de lo que me estás hablando.

- Me gustaría que te vengas conmigo a California Alma. – mi cara se transformó desde todos los ángulos. Ahora si que me estaba volviendo loca y había escuchado que el quería que yo me vaya con el. Pero si se estaba yendo por mi culpa, como me iba a pedir que me fuera con él. Sabiendo de que yo no estaba segura de estar con el. Para eso se quedaba y listo. No tenía sentido. Pero tampoco pude decir nada, solo me quedé mirándolo boquiabierta.

sábado, 4 de septiembre de 2010

CAPITULO XI: PREOCUPACION

- ¿Dónde carajo estabas Alma? ¿Por qué no me atendiste? ¿Cómo te vas a ir de esta manera y sin decirme a donde? ¿Por lo menos me hubieses dejado una nota diciéndome algo? Esta bien que no quieras que yo te moleste, esta bien que yo sea pesado y celoso, cargoso y todo lo que quieras. Pero vivimos juntos, serás mayor de edad, pero mamá nos dejó uno a cargo del otro. Te guste o no estamos conviviendo y tenemos que estar en contacto, no me digas a donde vas, pero por lo menos avísame que te vas y avísame si estás bien. Nada más te pido Alma, nada más.

Me quedé helada, jamás me había hablado de esta manera, realmente preocupándose por mí sin ser intermediario los celos. Tenía razón, después de todo tenía razón. Por más que le avisase a mamá de que yo no estaría, ella estaba lejos y el estaban ahí. Me sentí mal. Ahora si que había actuado pésimo con él.

- Discúlpame, tenés razón. Esta vez la tenés, realmente no es mi intención que te sientas así, pero es que siempre eres tan celoso y sobre protector, que a me fastidias.

- Lo se, pero no estamos hablando de eso ahora. No es normal que te vayas a estas horas, ¿qué puedo llegar a pensar yo? Claro que me voy a preocupar Alma, cualquier persona normal que quiere a otra, se preocuparía.

- Claro que si. Pero nunca habías reaccionado de esta manera, yo se que te preocupas por mi. ¿Pero algo más pasa?

- Mira Alma. En otro momento esto no me preocuparía tanto porque se que eres responsable y que sabes cuidarte. Pero esta vez va más allá de eso, algo malo pasó hoy.

No entendía que era lo que me decía; no sabía realmente si estaba hablando de verdad o solamente para asustarme, e intimidarme para que no saliera más.

- ¿De qué estás hablando? ¿Algo malo?

- Hoy en la mañana hablaron en la radio sobre un asesinato...

- ¡¡¡ASESINATO!!! – lo interrumpí – ¿de que carajo estas hablando? ¿Quién murió? – obviamente alguien conocido, todos nos conocíamos entre todos en este pueblo. Eso me asustó.

- No se quién es, es alguien nuevo que llegó hace poco. – ¡¡Nahuel!! Fue lo único que pude pensar. Me puse histérica.

- ¿Cómo se llama? – grité, asustada de lo que me estaba diciendo, <>, me decía por dentro llena de tristeza

- Calma Alma. No es tu amigo. –claramente entendió por donde venía mi preocupación, obviamente ya sabía de él por el baile y anda a saber que otro chusmerío más, aunque eso ya no importaba ahora, nunca importó en realidad. – es alguien mayor según las noticias, un anciano de unos ochenta y un años, creo que es alguien de su familia. Deberías llamarlo o algo. – muy tranquilamente, demasiado a pesar de sus celos, aunque hubiera muerto quien hubiera muerto, de todos modos el nunca se iba de su papel.

- Si, tienes razón. Me voy Manuel, me voy hasta la casa, yo no tengo su número.

- ¡¡No!! De ninguna manera, vos no vas a ningún lado. ¿Qué te acabo de decir?

- No me importa, no puedo quedarme acá mientras sepa que alguien cercano a él murió, debe de estar muy mal.

- Pero, tranquila. Hace cuanto lo conoces, ¿es para tanto?. Quizás quiera estar solo, o con su familia nada más Ali. –a pesar de que podía llegar a tener razón, necesitaba imperiosamente saber que estaba bien.

- No interesa. Necesito ir, quiero saber si esta bien. No importa cuanto lo conozca, lo importante es que lo aprecio mucho y fue muy bueno conmigo siempre Manuel. Deja esos sobre cuidados de lado y déjame ir en paz.

- Te acompaño.

- No, no, no de ninguna manera. Yo voy sola, no quiero que estés ahí. No se como vas a reaccionar, te conozco y...

- ...Alma, no soy un mounsturo. Se le acaba de morir alguien, obviamente que me voy a comportar, solamente déjame que te lleve, así me quedo un poco más tranquilo. Por favor. – suspiré, no me importaba ahora, necesitaba ir, si esa era la condición, de acuerdo.

- Vamos. – prácticamente corrí hacia mi auto

- En el mío Alma.

- ¡¡NO!!!, quiero ir en el mío, quiero conducir yo.

- No te pienso dejar manejar de esa manera, quiero tu seguridad te lo acabo de decir.

- Bueno, bueno esta bien, vamos en tu auto. – corrí hacia el garaje, subimos a su auto y fuimos todo el viaje callados. Estaba muy nerviosa, quería saber que el estaba bien, era lo único que me importaba en ese momento. No se porque me sentía tan mal, tan miedosa de que el estuviera herido de cualquier forma. Me estaba volviendo sinceramente loca.

Llegamos a la casa y no divisamos a nadie afuera, no había autos, no había absolutamente nada. Me bajé; mi hermano iba a hacer lo mismo, pero una mirada fulminante lo hizo arrepentirse. Fui hasta la casa rápidamente a tocar el timbre, me volví hacia el auto en dos ocasiones, pero me armé de valor y volví a caminar hacia la casa.

Toqué el timbre tres veces y nadie me atendía, así que decepcionada me di media vuelta yéndome otra vez hacia el auto. En ese momento alguien abrió la puerta; no era ninguna de las personas que yo había visto ayer. Era una mujer de pelo negro, con la tez rosa, con ojos marrones oscuros, una persona normal. Nada que ver con aquellas hermosas personas que había visto, incluyendo a Nahuel. No debería ser de la familia.

- ¿Si? – me dijo la mujer, con una voz muy dulce y amable.

- ¡Eh! Hola. Soy Alma, amiga de Nahuel, quería saber como se encontraba.

- El no está. Se fue con la familia a la ciudad a pasear. – mi cara ya no era de tranquilidad fingida, ahora era de sorpresa.

- ¿A pasear?, pero yo oí en la radio que un familiar había tenido un accidente. – la señora me miró y me dio una sonrisa amable

- No señorita, nada ha pasado. Todos están bien, la radio dio una falsa noticia. No ha pasado nada de lo que preocuparse.

- Ah, esta bien. ¿Y cuándo vuelven?

- No lo se, quizás por unos días estén en la ciudad. Siempre hacen eso.

- Bueno, muchas gracias.

- Por nada señorita. – y cerró la puerta suavemente. <Maldita sea, radio de porquería que daba noticias falsas. Menos mal que él no estaba, que vergüenza hubiera pasado con esta cara de desesperación y preocupación>, refunfuñé.