Necesitaba abrazarlo, decirle que todo estaba bien, que me podía contar, necesitaba salir, quería hacerlo.
¿Pero cómo le iba a explicar lo que estaba haciendo yo allí?
Me dediqué a observarlo, no podía dejar de imaginarme junto a él, quería gritar para que aquellos pensamientos desaparecieran de mí.
Se recostó en su cama, cerró los ojos y se veía más hermoso todavía, no podía soportar el hecho de que no parara de hacerse más hermoso con cada cosa que hacía. Alguien llamó a su puerta, se incorporó lentamente e invitó con una voz algo brusca a que pasara a la persona que estaba afuera, que por el tono de su voz era una mujer.
- ¿Qué estás haciendo aquí? ¿No te dije mil veces que ya no quería que vinieras a mi cuarto?
- Ya tú sabes que me es imposible. – la voz era seductora y de una manera muy sexual. Era la pelirroja hermosa que había visto fuera de su casa aquella vez y que me miró tan mal. Me entró una horrible sensación.
- Mil veces te dije que no me interesaba tus ganas y horarios, yo solo quiero que me dejes en paz Lara.
- ¿Es por esa verdad? Desde que apareció no haz hecho otra cosa que estar raro y escaparte solo para verla.
Me emocioné, ¿hablaría de mi?, ¿lo había conmocionado tanto como él lo había echo conmigo? ¿Pero quién era él para ella?
- No es tu problema, no te interesa.
- ¿Me has dejado de lado por una chiquilla pueblerina e insulsa? – los ojos de Nahuel y su rostro tan hermoso cambiaron, ya no tenía melancolía en su rostro y sus ojos estaban llenos de furia. Se acercó a ella y se puso frente a frente en pose de pelea. – No la llames de esa manera, no te lo permito. Ella es parte de mí ahora y tu ni nadie va a cambiar eso. – no podría estar hablando de mi obviamente, yo no podía ser tan importante para él. Debería de estar viendo a alguien más del pueblo, ¿quién podría ser? Me estaba llenando de celos, no podía entenderlo, era la misma sensación que cuando entró aquella pelirroja a su cuarto. No era yo, yo no era celosa, mis ganas de matar a aquella con quién estaba saliendo él ahora y era tan importante para él, me comían por dentro.
Ella no se alejó ni un paso de él, ahora su enojo aumentaba más, parecía que fuera a matarlo en ese mismo instante fuera como fuera. Me asustó, no pretendía mirar una pelea entre ellos, no quería.
- Voy a lograr que te la saques de la cabeza, ella no es como nosotros y no voy a permitir que te dejes endulzar. Tú viniste a hacer un trabajo, no viniste a enamorarte, eso no se te está permitido. – los ojos de Nahuel volvieron a su cansancio primario, se movió hacia atrás y sonrió.
- Eso no está en ninguna norma. Tú sabes que no está prohibido enamorarse, eso no está en nosotros mismos, nosotros nos enamoramos una vez en la vida nada más y las leyes te amparan cuando lo haces. Yo simplemente quiero su confianza para poder cuidarla y sino me la gano, de todas maneras la cuidaré. Ese es mi trabajo y eso es lo que haré, independientemente de si estoy o está enamorada o no. Y tú no tienes nada que ver en todo esto. - ¿De qué estaba hablando? Cada vez entendía menos, ella le decía algo de un secreto, el le decía algo de un trabajo y alguien más estaba metida en el medio. Nahuel ya estaba más tranquilo y ella seguía en su postura de pelea, cada vez más rabiosa parecía que se iba a quitar la piel por sí misma. Necesitaba escuchar más, quería saber de qué estaban hablando, a que se referían con esta charla tan extraña y de que chica estaba enamorado Nahuel que no podía estar con ella por culpa de su trabajo. ¿Realmente trabajaban en el negocio del comercio?
- Te ampara mientras te enamores de la misma especie que tú, no de otra totalmente diferente y menos en una como la de ella. Son pequeños mortales indefensos totalmente incapaces e ignorantes.
Esta pelirroja era muy egocéntrica, nos llamaba mortales a los pueblerinos que no teníamos la plata que ellos tenían. Realmente tenía un problema de carácter, de seguro siempre le compraron lo que quiso y tuvo una excelente vida. Nos estaba discriminando, ¿cómo alguien podría tener tanto rencor hacia personas que no tienen ninguna culpa de vivir como viven?
- Te lo vuelvo a repetir Lara, no te interesa en lo más mínimo, lo que dices no es así, primero informante, a parte lo que hago o dejo de hacer, si a alguien puedo llegar a escuchar va a ser a Nicanor que él es el único que me puede sermonear.
- No te pienses que voy a olvidarme de esto y dejarte tan fácil, ya me conoces y sabes... - ...paró de repente, pero ni su postura ni su estado de ánimo habían cambiado. Miraba para todos lados, temblé, <<¿me habrá descubierto?>>, pensé nerviosa. Con su rabia podría llegar a matarme, menos mal que yo no era la chica de la que estaba enamorado Nahuel sino esto se volvería algo realmente sanguinario. Sus ojos no dejaban de revolotear de un lado para el otro, definitivamente estaba buscando algo o a mi.
Nahuel la miró dudoso, el también miraba para todos lados a medida que ella miraba también pero con curiosidad. De repente empezó a hacer muecas con su nariz, como si hubiera olido algo realmente diferente con respecto al lugar. No se había movido del lugar, pero Nahuel la interrumpió varias veces preguntándole que era lo que le pasaba, ella solo alzó la mano para callarlo y siguió en su búsqueda. Comenzó a caminar, estaba casi sacudiéndome de los nervios. Se fue de mi vista, pero enseguida volvió, empezó a buscar debajo de la cama, volvió a desaparecer de mi vista; no tenía un buen ángulo de ella, solo podía mirar delante de mí, nada de costados lo que hacía que me pusiera más nerviosa.
- ¡¡Lara!! Por enésima vez ¿qué estás haciendo?
- Hay alguien aquí.
- ¿Cómo? – preguntó preocupado, se volvió a incorporar más de lo que ya estaba, parecía que se iba a quebrar, estaba tenso. Miró para todos lados tal cual ella e hizo sus mismas muecas. Me estaba muriendo del miedo, que forma tan rara de buscar algo en un cuarto. No pasaría ni dos minutos más sin que me descubrieran, no me moví de todas maneras, intenté respirar lentamente.
- No hay nadie – lo dijo tranquilo, pero lo noté mentiroso, ni yo me fraguaría una mentiría de aquel modo; algo había descubierto pero no pretendía dejar que ella lo descubriera.
- Si que lo hay. No me engañas, ¿es ella verdad? La estas escondiendo, ¿cómo no me di cuenta antes? – siguió su olfateo y sus miradas enloquecidas. Hasta que miró hacia el armario, me asusté y me moví, no hice ningún ruido pero estaba sudando muchísimo, el olor seguramente lo podría sacar en medio segundo. No paraba de temblar mientras ella se acercaba más y más al armario, jamás se relajó, estaba decidida a atacar no importa quién fuera la persona que se encontraba en el lugar.
- Andáte ya, estas enloqueciendo y no voy a aguantar que entres a mi cuarto así como así e intentar atacar a mis muebles. No seas ridícula, sabes que aquí no puede entrar nadie, y sabes también de que vine contigo de afuera, no pudo haber momento en que yo metiera alguien aquí. Vete – enojado, pero no como aquella vez, seguía simulando. La empujó hasta que la perdí de vista, obviamente la echó de su cuarto tirándola por la puerta. Yo seguía allí sudando, temblando, me sentía enferma, seguramente estaría blanca como la nieve, no me quise mover, o no podía, no quería ni intentarlo.
Nahuel no aparecía en mi corto circuito de observación, de todas formas no estaba muy expectante de que apareciera, de seguro el ya me había descubierto y para que aquella pelirroja no me cortara el cuello la distrajo.
¿Por qué estaba demorando tanto? Ya habían pasado algunos minutos, yo estaba un poco más tranquila, había pensado en dos o tres planes totalmente estúpidos para poder irme de ahí, fracasarían sin duda, pero por lo menos mantenían mi mente ocupada por el momento. Seguía sin poder moverme, a penas estaba respirando. Me había metido en una situación totalmente estúpida, yo nunca tengo buena suerte, tendría que haberme imaginado que justo cuando yo entrara a la casa ellos iban a llegar.
Al cabo de otro minuto más, Nahuel apareció, se sentó en la cama con cara de preocupación, ¿no me había descubierto? Respiré, me adelanté un paso más para poder verlo más de cerca. Puso sus codos arriba de sus rodillas y apoyó la frente en sus manos, movía la cabeza de un lado para el otro como negando algo.
- Puedes salir ya – mis ojos se pusieron en blanco, no me podía estar hablando a mi. No me moví, no me quise arriesgar. – Alma, puedes salir ya – repitió, su voz era segura pero preocupada, seguía sin moverme, a pesar de que era mi nombre el que había pronunciado, quería creer que solo había sido una ilusión.