martes, 14 de septiembre de 2010

CAPITULO XII: ENLOQUECIENDO

Me limité a ir hacia la camioneta, mi hermano me preguntó que había pasado y le conté lo que aquella mujer me dijo, no estaba del todo convencida de que aquello hubiera sucedido como la mujer dijo, algo me decía que me estaba mintiendo. Intenté prestarle atención a Manuel mientras hablaba sobre los “malditos periodistas”, no quería que supiera o intuyera de que me traía un plan entre manos. Estaba pasando algo allí, tenía que saber que. Todo era muy raro con respecto a Nahuel y a su entorno, no me podía quedar con los brazos cruzados. No me lo iba a permitir a mi misma; tenía que averiguar que había pasado y que era lo que ese chico me estaba haciendo sentir a mí.
Miré la hora, no había pasado mucho tiempo de todo esto, eran las once treinta. Tenía la cita con Gaby todavía y no podía dejar de ir. Faltaba una hora, me daba tiempo para ir a mi casa y cambiarme, ponerme más cómoda. Ya mi ropa estaba sudada por el nerviosismo que me había venido, por suerte el deportivo me ayudó; pero me quería bañar y ponerme aceptable para Gabriel. Quería meterme en el papel de chica tranquila que nada tiene en la cabeza, nada más que para él. Me bañé, tomé un vaquero negro, una remera violeta, championes y me abrigue con un buzo, y una campera. Ahora estaba más frío de lo normal, no podía dejarme enfermar. Tenía una investigación por delante luego de ver a Gabriel.
Manuel me cuestionó varias veces a donde iba, no tuve más remedio que decirle, se enojó por un momento, todo el pueblo sabía que se iba por mi causa a pesar del gran trabajo que estaba aceptando y el gran futuro que tenía por delante. Debería de saber también lo que había pasado ayer. Me impuso un par de veces que no me podía ir, pero rápidamente lo despaché alegando que todo era culpa de una mentira periodística, no tuvo más remedio que dejarme ir.
- Alma. – me gritó cuando estaba por subir al auto. Su rostro pasó de un hermano celoso a un amigo lleno de tristeza, a pesar de la pelea y los celos, el quería mucho a Gabriel y se sentía también como yo de alguna manera culpable de que se marchara o mejor dicho arrepentido. No solo porque era mi hermano, sino porque no habían tenido la mejor relación en los últimos tiempos ya que sus celos le ganaron a cualquier otra actitud buena con un gran amigo. Sabía que a pesar de que me amara, me tenía un poquito de rencor porque se estaba yendo de alguna manera por mi culpa. Igual no me lo iba a decir, lo conocía, mi hermano también entendía lo que yo sentía, y entendía que no me podía quedar con el solo por el hecho de que no se fuera.
- Lo voy a cuidar no te preocupes Manu. Es tu amigo, no lo vas a perder aunque se vaya lejos. Lo sabes. – me miró sorprendido, el siempre creyó que yo no le prestaba atención. Que mi hermano favorito era Emi y que el solo era un rompe cocos; lo era, pero los amaba por igual. Se sonrojó, se puso nervioso de un momento para el otro y se limitó a decirme “Gracias” tartamudeando, bajó la cabeza y volvió a la casa.
Me quedaban un par de minutos todavía, pero no quería llegar muy sobre la hora ni tampoco tarde. Así que intenté ir como pude y llegar como llegara.
Estacioné delante del bar, no lo vi del lado en donde había estado Nahuel antes, me bajé y fui hacia la puerta. Miré para todos lados y no lo divisé, me dediqué a sentarme al contrario de la vez anterior. Me pedí un refresco y me puse a garabatear con mi dedo la mesa, mientras pensaba en que iba a hacer con la investigación sobre Nahuel, saber quién era el, saber que pasó. Estaba obsesionada, pero tenía que saberlo, no me iba a quedar con la inquietud.
- Alma– miré y ahí estaba Gabriel, con esa sonrisa que yo tanto anhelaba. Su voz volvió a ser tranquila y serena, me estremecí. Se me olvidó todo por un momento. Cada vez estaba más y más confundida. Asentí. - Disculpa la demora tuve que terminar de armarme el bolso y envolver un par de cosas, así podía estar tranquilo y pasar más tiempo por el pueblo.
- Está bien. ¿Quedaste en verte con tus amigos después del almorzar conmigo?
- Si, la verdad que si. Quería quedarme con vos toda la tarde, pero ellos se merecen que también les de su tiempo – lo dijo sin ganas.
- Claro que si. Ellos se merecen todo el tiempo del mundo, ellos si que si. – lo dije con severidad, tenía que hacerle entender que ellos eran más importantes que yo. No era la prioridad, ellos si lo eran, siempre estuvieron a pesar de todo.
- Lo se, pero tu también. – ambos nos quedamos callados, no quería que nuestro almuerzo se desarrollara de esta manera. Por suerte rompió otra vez el hielo. -
- Vamos a pedir algo para comer, me muero de hambre. Todavía ni siquiera eh desayunado. Necesito un poco de alimento. – sonreí un poco sin ganas, estaba demasiado nerviosa como para largar una carcajada o ponerle un poco más de humor a la cosa. Pero tenía que hacer mi esfuerzo.
Nos pusimos a mirar las cartas, cada uno con la suya. De vez en cuando nos mirábamos de reojo, en realidad yo ni siquiera estaba leyendo nada, estaba más preocupada por lo que le iba a decir. De pronto se me puso a mirar fijamente, yo no lo miraba, no tenía ganas de encontrarme con sus ojos, de seguro me iba a sonrojar demasiado e iba a soltar también algún signo de dolor y de nostalgia. No quería hacerlo más difícil, pero el tampoco me lo estaba haciendo nada fácil.
- ¿Ya sabés lo que quieres? – me quedé atónita, estaba distraída. Le dije algo que seguramente estaba a pesar de no haberlo leído, por suerte venía siempre a este bar porque sino iba a caer en la vergüenza de tener que volver a leer. – si, una milanesa con papas fritas y una coca. - Asintió y llamó al mozo, que por suerte esta vez no era Cristian, ni nadie que me conociera. Bueno en realidad no profundamente.
El mozo tomó nuestros pedidos y luego se marchó. Nos quedamos mirándonos un rato más. El ambiente se estaba poniendo un poco tenso, ya no era nada saludable para el ni para mi. No era como las otras cuando estábamos callados pero confortables, ahora me sentía incómoda y no me gustaba, era la última vez que nos íbamos a ver y no era un buen recuerdo el que íbamos a tener.
- Alma, disculpa que este sin hablar, es que en realidad como te debiste de dar cuenta estoy un poco nervioso. Necesito preguntarte algo que es sumamente importante para mí – preferiría ahora la incomodidad antes de que me preguntara algo.
- Si, decime, ¿qué es lo que necesitas preguntarme? – se lo dije de la forma más tranquila y paciente. A pesar de que yo estaba cada vez más nerviosa.
- ¿Vos me querés a mi? – bueno, creí que iba a ser mucho peor. Era algo fácil de responder.

- Claro que si. Sabés todo lo que te quiero, te amo en mi forma. Pero eso ya lo sabías, ¿por qué me lo estás preguntando verdaderamente?

- En realidad no es eso lo que quiero preguntarte, pero no me apures, esto no es fácil para mí. ¿No hay ningún tipo de posibilidad de que vuelvas a querer estar conmigo? O sea, más adelante, quiero decir que ¿si tus sentimientos, son de amistad hacia mi ahora o te atraigo de todas maneras, y ahora estas confundida? – eso también me lo podía llegar a esperar. Tampoco me sorprendía la pregunta.

- Es como yo te dije, me atraes; pero si estoy confundida, no es entonces verdaderamente lo que quiero, pero tampoco la idea es hacerte esperar ni nada por el estilo, porque yo quiero que vos seas feliz. A pesar de que me digas que sos feliz a mi lado, yo no quiero estar tampoco con vos para hacerte solamente feliz a vos, olvidándome de mí, ni tampoco quiero engañarte. Porque es una forma de engañarte estando con vos solo por hacerte feliz. ¿Me explico?

- Si, claro que te explicas. Pero de todas maneras respondes lo que yo quiero que respondas, o lo que yo deseo que respondas.

- No entiendo de lo que me estás hablando.

- Me gustaría que te vengas conmigo a California Alma. – mi cara se transformó desde todos los ángulos. Ahora si que me estaba volviendo loca y había escuchado que el quería que yo me vaya con el. Pero si se estaba yendo por mi culpa, como me iba a pedir que me fuera con él. Sabiendo de que yo no estaba segura de estar con el. Para eso se quedaba y listo. No tenía sentido. Pero tampoco pude decir nada, solo me quedé mirándolo boquiabierta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario