Di un salto tal que quedé sentada en la cama mirándolo buscando a Nahuel. - El no está – me dijo sabiendo lo que buscaba. Su voz era gruesa y varonil. - ¿Dónde está? – pregunté tímidamente - Fue a hacer un trabajo ya viene no te preocupes, estás en buenas manos, no te voy a hacer daño. - Te creo – quería que me tragara la tierra en ese mismísimo instante. Me di vuelta hacia un costado de la cama, miré hacia abajo, vi unos zapatos a un costado, me miré los pies para comprobar que eran míos. Me los puse y me levanté. - Soy Rodrigo por cierto – extendió la mano, le devolví el salud. – Alma. - Lo se, Nahuel me habla mucho de vos ¿No querés saber lo que dice de ti? – negué, a pesar de que moría que me dijera que era lo que decía de mi. Pero era el hermano podía o dejarlo mal, o dejarlo demasiado bien, dudo que dijera las cosas exactas. Tampoco quería que notara aunque sea un poco de desesperación en mí. – esta bien, no diré nada entonces. – sonrió. - Me voy. Gracias por todo. - No, no te podés ir. - ¿Por qué? – era una pregunta tonta, primero que nada no tenía auto, segundo todavía no había caído de lo que había pasado en la laguna, seguía creyendo que era un sueño. Pero eso era otro punto. - Tu sabes porque. - ¡Hola! - otra persona entró, este era un hombre más grande, con características mas avejentadas, pero de todas maneras hermoso. Era aquel hombre que yo había visto junto a la pelirroja aquel día. No le respondí. - ¿Cómo te sientes? - Mejor, gracias. - Me alegro, estabas muy pálida. Soy Nicanor el padre de Nahuel. Tú debes ser claramente Alma. - Un gusto. Gracias por todo pero ya me estaba yendo. – hablé nerviosa mientra me caminaba a la puerta. Nicanor no me dejó pasar. - No te podés ir. - Si, ya lo oí antes. Pero necesito irme, tengo una casa y una familia a la que no le avisé que me iba, y debe de estar preocupada por mi. - Disculpa, pero le mandamos ya un mensaje desde tu celular a tu hermano avisándole que habías salido pero que te ibas a encontrar bajo techo y protegida. Nos respondió, nos costó bastante convencerlo pero al final cedió, le dijimos que te encontrabas con uno de tus amigos. - ¿Qué? – dije furiosa hasta los huesos - Discúlpanos, sabemos lo que pasó hoy en la laguna y no podíamos dejar que te fueras así como así, tenemos que tener una ardua charla contigo. Nos tomamos el atrevimiento de ir por tu celular al auto de tu casa, tu hermano no estaba así que tomamos las llaves de tu bolsillo, abrimos sacamos las llaves del auto y allí el celular. Dejamos todo tal cual, no te preocupes. Nos fijamos el nombre de tu hermano y por lo que nos contó Nahuel, el hermano que estaba aquí era Manuel. Y bueno. - No pueden hacer eso, no me importa lo que haya visto o no, a mi no me interesa, ni siquiera me creo lo que pasó. Me quiero ir a casa, yo no soy prisionera de nadie. – esquivé a Nicanor y fui hasta la puerta, la abrí y cerré de un golpe. Intenté recordar en donde estaba la escalera para ir hacia la puerta, en ese instante entró Nahuel. - Alma, ¿a dónde vas? No te... - No me puedo ir. Lo se, lo se. Ya me lo dijeron, pero no pienso quedarme acá como una prisionera, me voy a ir ahora mismo y nadie me va a detener ni siquiera vos. – me encaminé hacia la puerta, y el se puso enfrente de mi. – déjame pasar Nahuel. - De verdad no te puedes ir, es peligroso. Te metí en un lío, discúlpame.
- ¿De que rayos estas hablando?
- Al saber lo que soy, es complicado todo ahora. Es peligroso para vos. - jamás había imaginado que algo así me pasara, más que en las mil y un novelas acerca de fantasías, no pasaba. Ahora estaba viviéndolo por mi misma. Siempre desee vivir un cuento de hadas o algo que me llenara de magia la vida, pero ahora que estaba en una historia así, quería escapar. – no podías saber que era quien era, tendrías que haberlo sabido por ti misma o de otro como yo. Nunca de mi, pero no me aguanté, fui un egoísta y no me aguanté.- me agarré el rostro y me largué a llorar, esto era verdad, no estaba drogada, ni nada por el estilo. De verdad tenía un ángel frente de mi, un ángel que era mi ángel, un ángel que se había enamorado de mi, y yo de él. Me abrazó, puso su cabeza en la mía y me apretó fuerte, estaba aterrada, triste y perdida. Me tomó de la mano y me dejé llevar, fuimos hacia aquel salón enorme en el que había estado aquella primera vez. Había mucha gente, demasiada para mi, no estaba preparada para esto, ni siquiera un alerta me dieron. Intenté escapar yéndome hacia atrás de a poco, pero la mano de Nahuel me sostuvo fuerte y no me dejó ir. Había dos lugares en el sillón, sin dudarlo nuestros lugares. Nos sentamos, y todos nos quedaron mirando, nadie largaba ni una sola palabra. Los ojos se centraron durante minutos en nosotros, pero me daba la impresión de que alguien faltaba allí. Miré para un costado y no estaba Nicanor. Seguimos esperando unos minutos más, mientras Nahuel estaba profundamente serio, mientras me tomaba la mano con mucho cuidado y amor, como protegiéndome. Todos miraron automáticamente hacia una de las entradas del salón, la contraria a la que yo conocía. Yo miré también, pero más tarde, un poco con temor. No sabía lo que me esperaba, ya no sabía nada. Ahora todos empezaron a murmurar en demasía, tanto que creí que me mareaba otra vez. - Calma, mantengamos la calma señores y señoras. La cosa no es tan grave, no tienen porque alarmarse.- dijo Nicanor. - Claro que si, este tonto niñito hizo una estupidez. – dijo un señor enorme, peludo, con facciones nada apetecibles para la mirada. Sus ojos eran negros, estaba rabioso. - No podemos hacer nada nosotros. - ¿De qué hablas?, porque sea uno de tus hijos no quiere decir que no hagamos lo mismo que a los demás.- volvió a decir el mismo hombre. - Esta vez es diferente. El no le contó solo por capricho, ni por maldad, ni por orgullo, ni sin querer. El le contó porque esta enamorado de ella. El esta arraigado a esta chica, están conectados. – nada de eso me sonaba familiar, yo seguía en mi mundito cerrado de dos por dos. A pesar de mi caída de a momentos, la gran mayoría del tiempo estaba sumergida en mi realidad, en la realidad que tenía hasta hace horas atrás. Volvió el murmullo, ahora más fuerte y preocupado, no podía escuchar nada, no quería desmayarme. Nahuel vio eso y me miró. - Todo va a estar bien, nada pueden hacer ellos sobre vos. Estas bajo mi protección. - susurrando - ¿Eso que quiere decir? – manteniendo su mismo tono - Nadie de nuestro lado puede hacerte daño, ni tocarte, ni pensarte mal, ahora eres totalmente protegida mía, pase lo que pase, hagas lo que hagas, siempre vas a estar en mi protección. Cada ángel que esta a cargo de una persona, la protege hasta que ella se vuelve a encaminar o no quiere más la protección inconscientemente; se da como una de esas personas especiales que pasan en tu vida y luego se van, a pesar de eso quedas marcado para siempre. Es muy común, solo que la gente normal nunca lo sabe, nunca se entera, y a veces ni siquiera se dan cuenta cuando lo ayudaron, lo ve como una persona que pasó por su vida y así la recuerda. Rara vez se llegan a enteran. Pero cuando alguien se enamora, hace automáticamente una marca en esa persona y queda protegida por siempre.
- ¿Y si yo no quiero la protección? – me miró confuso y agachó la cabeza.
- Si no quieres la protección, yo me iré de tu vista, pero nunca te dejaré sola. Siempre estaré a tu lado.
- De todos modos era una curiosidad, no pretendo dejarte ir. – me volvió a mirar y sonrió fuertemente. Parecía como si fuéramos los únicos en el salón. Nicanor volvió a hablar y todos miraron otra vez automáticamente, inclusive nosotros que estábamos metidos en nuestra burbuja en ese momento.
- Ahora ya saben a lo que nos enfrentamos.
- ¿Y qué vamos a hacer? ¿Cómo la vamos a proteger?
- Como todas las otras veces, vamos a pelear hasta que la dejen en paz.